sábado, 13 de octubre de 2012

breves andresianas (7)

A partir de que lo abstracto obtiene una dialéctica en el ser humano, 
deja de ser abstracto y pasa a ser real.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Certeza onírica

Era de noche, y había un poco de viento. Yo había asido con mis manos algo así como unas hélices de plástico, que yo hacía girar. Pero no era por las hélices que lo lograba, sino por algo que no sé cómo explicar. Yo simplemente lo decidía, cuando quisiera, donde quisiera, a la altura que se me antojaba. Yo volaba. Y es curioso, porque dejaba de hacerlo cuando empezaba a dudar de si podía hacerlo o no. Pero cuando ni quisiera sospechaba de esas dudas, volaba. E insisto, lo hacía cuando quería. La única dificultad era la duda. 

Esa noche quise salir a volar (como quien sale a caminar un rato). Y no sé por qué, pero geográficamente estaba cerca de la Villa Los Andes, conjunto habitacional donde yo viví de los 6 a los 7 años. Y me acordé de que ahí vivió toda su vida una amiga de mi escuela, la Anita, así que mientras volaba decidí pasar sobre su casa, a ver si la veía. Y la vi. Ella estaba sentada sobre la cama, con sus piernas sobre la cama, y el mentón apoyado en sus rodillas y rodeando con sus brazos sus piernas. Su cama estaba muy cerca de la ventana del segundo piso de su casa. Tenía la cortina abierta y la luz de su pieza encendida. Estaba en silencio. No sé cómo supe, pero lo supe así en el sueño, que ella estaba tomándose un rato para estar sola, en silencio, mirando a las estrellas. La vi reflexiva. Y cuando pasé sobre su casa, era demasiado evidente que ella me notaría. Así fue. Yo la saludé con la mano y ella me correspondió el saludo. 

Luego volví a mi casa, en la Avenida Collín. Esas hélices de plástico me ayudaban a direccionar mi vuelo. Pero es raro, porque no recuerdo cómo yo las hacía funcionar. Pero esas hélices cumplían ese papel. 
En mi casa, le demostré a los que estaban ahí que yo podía volar cuando quisiera. Me elevé algunas veces para que ellos constataran que no mentía. 

Pero esa sensación interna, eso que pasaba dentro de mí cuando yo me elevaba, eso era indescriptiblemente hermoso. Era una sensación que amalgamaba y fusionaba la certeza con la aventura. Era esa sensación que uno tiene cuando decide determinadamente algo, aunque sea medio loco, pero lo decide convencido de que esa realidad se materializa, se expresa, simplemente cuando se deja al lado el miedo, el miedo al ridículo, al fracaso. Pero no era solo no tener miedo. Era estar seguro que no podría ser de otra forma: sí o sí yo volaría si lo decidía.

Quizás recuerdo ciertos episodios de este sueño, los cuales he compartido en la presente redacción. Pero lo que más recuerdo, lo que más se me quedó en la memoria fue esa sensación interna. No sueño muy seguido, pero cuando lo hago, sueño, no sé por qué, cosas negativas. Pero este sueño fue lindo. Hace mucho que no soñaba algo lindo. Esa sensación interna que tenía cuando estaba a punto de volar y que se sostenía cuando volaba, era hermosa, era plena. Era seguridad, alegría, convicción. Era fe. 


sábado, 11 de agosto de 2012

El dulce equilibrio de la libertad

Cuando se piensa en Libertad, se piensa evidentemente en un estado no prisionero de algo o acerca de algo. Se piensa en una disponibilidad absoluta, o al menos tendiente a la absolutidad, de algo o acerca de algo. Se piensa en una autonomía o independencia de algo o acerca de algo. En fin, Libertad es una no-restricción

Ahora bien, mi pensamiento grafica la palabra libertad según como se utiliza en sucesos históricos nacionales de independencia. "La libertad nacional", "la libertad de la patria", "la libertad del yugo colonial", etc. Y también grafico la libertad en relación a la situación que vive un ex reo: "Salir de la cárcel; salir en libertad". 

Estas formas de graficar la palabra o concepto de Libertad, denotan, para mí, la obtención de esa no-restricción dentro de un proceso de "restricción". O sea, se presenta un contexto de no-libertad, y dentro de él se logra la obtención de la libertad: en el caso de una nación, por ejemplo, dentro de una colonización; en el caso de un reo, en el período que vive en la cárcel. La nación subyugada logra su libertad, logra deshacerse de ese sojuzgamiento; el reo, cumple su condena carcelaria o bien se escapa del recinto penal. 

Bien, ambos individuos conceptuales (la nación que se descoloniza y el reo que sale de la cárcel) lograron alcanzar su libertad. Pero fijémonos que ambos consideraban la libertad como algo anhelado, pero a la vez no existente. La libertad era una posibilidad, no una realidad. Y es interesante notar la pertinencia de la palabra posibilidad, pues implica, es cierto, algo no manifestado en el ejercicio del tiempo presente, pero también implica algo posible. Es decir, es posible ser libre.

Pero acá entra lo que quiero expresar en este pensamiento andresiano. Antes de seguir, advierto: le robaré una idea a Bordieau, quien dice que "lo real es relacional". Sigo. La libertad es relacional, es decir, la libertad supone la existencia de una contraparte. Si se es libre, es porque se puede ser esclavo. Si se puede ser libre, es porque se es no-libre. La libertad tiene como antítesis la heteronomía (no-autonomía), la dependencia, la indisponibilidad, la restricción. O sea, la libertad tiene enemigos. Y la existencia de esos enemigos de la libertad (enemigos quizás ya vencidos o a vencer) genera la necesidad de que la libertad desarrolle su ejército, establezca sus fronteras, pacte principios que le permitan defenderse de sus opositores. 

Así, la libertad no parece tan libre como suena. Es preciso resguardarla, es preciso establecer vigías que permitan la identificación de aquellos elementos que amenacen a la no-restricción. Es decir, la libertad demanda el oficio de protegerla. Libertad no es libertad y nada más. Libertad es asumir el compromiso de velar perennemente por ella. 

Entonces, podríamos... o mejor dicho "podríamos" (en comillas) decir que la libertad tiene una "restricción" (en comillas). Ahora, ¿esta "restricción" (insisto, en comillas) involucra que la libertad, a causa de la necesidad de preservarla de sus enemigos, pierda un poco de su esencial no-restricción? Sinceramente, creo que no. Creo que la no-restricción no refiere tanto a un "hacer cómo y cuándo se quiera", sino a poder ejercer lo que se ama, teniendo la oportunidad de poder crecer en eso. Y claramente eso implica proteger lo que uno ama. Creo que puede considerarse una restricción el tener que proteger algo que uno no ama; pero proteger algo que uno sí ama no es restricción, es un placer, es un privilegio, ¡es bacán! 

Ante todo esto, me parece que la libertad nos ayuda a rescatar algo que quizás muchos seres humanos anhelamos, pero pocos lo pueden alcanzar: equilibrio. Pienso que la libertad, bien entendida y bien administrada, involucra equilibrio. Esto, porque hay un grado de autonomía, de no ataduras, de no esclavitud, por un lado, equilibrado, por otro, con el cuidado, la vigilancia, la cautela ante los enemigos de la no-restricción. Esto es equilibrio, porque te hace sentir libre por un lado, y te hace estar vigilante por el otro. Pero no es un simple equilibrio entre libertad y vigilancia. El equilibrio no está dado, según yo, por el contrapeso de dos polos, de dos fuerzas antitéticas. No. Está dado por, como decía más arriba, el amor a lo que se hace, que es un amor que surge por el amor a lo que uno cree, por el amor a lo que uno sueña, por el amor a lo que uno se aferra en la vida. Yo puedo tener dos polos opuestos, pero eso no implica equilibrio. El equilibrio lo da la balanza, y la balanza de la libertad es el amor. El amor engendra esa lucha hasta alcanzar la libertad. Pero ese mismo amor proporciona el compromiso suficiente para asumir la responsabilidad de su defensa. 

La libertad, entonces, implica límites. Pero estos límites no limitan, no cohiben, no inhiben a la libertad. Todo lo contrario, la potencian. ¿Y la potencian respecto a qué? A todo aquello que no es libertad, a todo aquello que no se cree, que no se ama. 

Libre es aquel que sabe en qué cree. Libre es aquel que sabe qué ama. Libre es aquel que crece en lo que cree y ama. Libre es aquel que sabe identificar qué cosas amenazan lo que cree y ama. Libre es aquel que sabe defender lo que cree y ama. 

Libre es aquel que resguarda las fronteras de lo que cree y ama, y que no ve en eso una restricción, sino una virtud a favor de su libertad. 






sábado, 31 de marzo de 2012

xD

Primer acto: un colectivo recordando a otro colectivo

Segundo acto: otro colectivo recordando a otro colectivo.

Tercer acto: otro colectivo recordando a otro colectivo.


¿Cómo se llama la obra?


MEMORIA COLECTIVA

jueves, 29 de marzo de 2012

breves andresianas (6)

Defenderme cuando no estoy en la verdad,
es abogar por mi propia esclavitud

lunes, 5 de marzo de 2012

martes, 7 de febrero de 2012

Sí al cambio del sistema de la educación superior en Chile.

(Ensayo de un ciudadano).


No es desconocido que el denominado "conflicto estudiantil" marcó a Chile el año 2011, el año  más significativo del siglo XXI a nivel mundial en lo que a protestas ciudadanas se refiere (Grecia, España, Egipto, y Chile, entre otros). Varios hablan de un colapso del sistema capitalista. Y la verdad no sé si decir que "tengan LA razón", pero no puedo negar que sí "tienen razones": crisis de diversas magnitudes que se generan precisamente por el modelo económico vigente. ¿Será que se está engendrando el germen de una modificación al status quo al punto de que el mismísimo sistema económico será reemplazado? La historia nos enseña que especular respecto a ella es tan válido como acertado o inexacto a veces. O sea, solo el tiempo -y no sabemos si el futuro cercano o lejano- dirá quién tiene la razón. Pero el presente acepta de mejor manera las observaciones que las conjeturas, y no es conjetura admitir que se está en una situación de colapso social. Este colapso no refiere quizás a situaciones extremas, sino más bien a un agotamiento de la paciencia ciudadana respecto a las desigualdades sociales: las denominadas "crisis" son resultado del perjuicio de algunos pocos, y por eso todo el abanico social debe pagar los platos rotos. La gente se está cansando de todo esto; están abriendo los ojos, y sobre todo sus labios, para hacer saber su inconformidad. Insisto, no sé si se tenga LA razón hablar de descontento global, pero no se puede negar que sí HAY RAZONES para ello. 

Lo que me inspira a escribir este pensamiento, es la situación nacional (chilena) respecto del conflicto estudiantil. En el subtítulo digo que es un ensayo, porque es una perspectiva personal acerca de algo; pero también digo que es el ensayo de un ciudadano porque no aportaré argumentos de manera profesional ni académica. Mi escrito no servirá de respaldo a ninguna investigación. Al decir que hablo como ciudadano, lo hago porque escribo como si fuera cualquier hijo de vecino -y de hecho lo soy. Más bien quiero aportar una idea lógica que surge de la perspectiva de un ciudadano común y corriente como yo. 
Insisto, no brindaré datos exactos, ni fechas, ni nombres, ni nada epistemológicamente admirable. Daré un punto de vista desde la silla que en que me tocó sentarme en la sociedad. 

No cabe duda de que la formación profesional a nivel nacional requiere de financiamiento (eso se cae de maduro). El tema es cuán considerado, cuán empático, cuán justo es el método de financiamiento para quienes desean recibir una formación académica universitaria o técnica de nivel superior. 
Hace algunos meses vengo pensando en lo siguiente: por ejemplo una persona decide comprar cualquier cosa, lo que sea... Y esa decisión la toma en relación a sus ingresos, o sea, de acuerdo a su poder adquisitivo. Evidentemente, una persona responsable, decidirá adquirir aquello que puede pagar, aquello que sus ingresos le permiten adquirir. ¿Quién iría a comprar algo que vale 10 mill si solo tiene 2 mil? Hasta ahora no hay nada brillante en mi redacción (y no sé si lo habrá en todo este escrito). Una persona siente libertad cuando puede elegir entre un producto u otro según sus ingresos. Por cuestión lógica, decidirá aquel que más le conviene en relación a su necesidad y a su capacidad de adquirir. Hasta ahí, cualquier persona que se halle en esa situación, podría estar transitando en los predios de la libertad de consumo (porque puede elegir según sus ingresos). 
El problema en Chile es que el sistema es arbitrario. Sí, ARBITRARIO. ¿Por qué? Porque las familias no pueden elegir cómo formar a sus hijos a nivel superior. El sistema de educación superior vigente no permite esa deliberación, porque los costos son altísimos, y el drama es que todos son altísimos, o sea, la decisión de qué carrera estudiar o en qué establecimiento educacional estudiar está supeditado a la decisión de "dónde me sale menos caro". Y para colmo, la "solución" que se brinda son los créditos, es decir, DEUDAS y usura. 
¿Se puede pretender que los estudiantes y sus familias no reaccionen ante esto? Pensemos un poco: en algo tan intrascendente (comparado con el conflicto estudiantil) como el festival de Viña, si un artista brinda una performance que desagrada al público, éste reacciona a los pocos minutos. Bueno, esta injusticia social en relación al conflicto estudiantil viene de AÑOS: ¡Es lógico que la ciudadanía reaccione!
A la gente le resulta incomprensible que un sistema creado por hombres no pueda ser cambiado por hombres. 

Y también me surge una curiosidad. Si existen opciones educativas gratuitas de nivel básico y medio, ¿por qué no es posible financiar opciones gratuitas de nivel superior? Un padre, para educar a sus hijos a nivel básico y medio, puede elegir entre el sistema público gratuito y el sistema privado pagado. No me parece mal; pero no puede elegir cómo educar a sus hijos a nivel superior, porque sí o sí tiene que pagar. Pero ese quizás no es el asunto. Tiene que pagar muy altísimos costos para educar a sus hijos, y si no lo hace, no puede educarlos. El sistema de financiamiento de educación superior es arbitrario y opresor, porque no permite la libre elección. 
Y respecto a las becas, obvio que no puedo estar en contra de que los alumnos se esfuercen y pretendan buenas calificaciones, y que producto de ello tengan un reconocimiento traducido en beneficios; pero es injusto también que el sistema esté diseñado de tal manera que hasta el sistema de becas sea incierto: nadie sabe si tendrá o no cierta beca, porque debe postular, a ver si es que, insisto, si es que obtiene un beneficio de beca. Además, para obtener una beca hay que presentar una serie de papeles (a veces en tiempo récord) para satisfacer el concepto burocrático; y aún así, a pesar de buenas calificaciones, de papeles, y cuanta cosa, no es seguro para los estudiantes obtener beneficios por concepto de rendimiento académico. Es impredecible saber con qué beca se puede contar. 
No quiero dejar pasar la ocasión de transcribir las palabras de un tipo que no sé cómo se llama, y no sé en qué institución se desempeña, pero sus declaraciones encierran lo que quiero transmitir: "El gobierno debe aprender el lenguaje en que están hablando los estudiantes. El gobierno insiste en hablar en un lenguaje distinto. Mientras los jóvenes hablan de derechos, el gobierno habla de becas".  

Y también, respeto al sistema de ingreso a la educación superior, creo que hay una fuerte y arbitraria injusticia social. Para ingresar a la universidad los jóvenes deben dar la PSU. Se pretende que los jóvenes en solo dos horas recuerden y respondan lo (se supone) visto en cuatro años de enseñanza media. La prueba es a nivel nacional, o sea, no considera las diferencias (las sanas y necesarias diferencias) entre, por ejemplo, un alumno de una ciudad, que tuvo quizás una gran formación en su establecimiento de enseñanza media, y un alumno formado en una situación más adversa, como puede ser alguien que viva en algún poblado del desierto de Chile o de alguna zona rural del sur. O sea, se pretende que todos sepan lo mismo, porque se supone que todos los estudiantes de Chile recibieron exactamente las mismas condiciones académicas formativas. 
Además, respecto al sistema de corrección y puntuación de la PSU hay total desinformación. Los alumnos no tienen derecho a acceder a la información de la corrección de la PSU que ellos mismos rindieron. No existe una instancia en donde los alumnos puedan constatar que efectivamente tal o cual respuesta debía ser tal o cual, ni tampoco a saber por qué ciertas buenas respuestas estaban correctas. Simplemente, un día determinado se publican las puntuaciones en el diario (¿es necesario que algo llegue a ser tan impersonal que sea publicado en un diario de circulación nacional?). 

Y lo otro, es el sistema de matrículas. Los alumnos postulan a las carreras. A ver, postulan a través de un sistema nacional (PSU) a carreras que son específicas. ¿Se entiende eso? ¿Tiene sentido que a todos se les meta en un mismo saco, cuando sus vocaciones, aspiraciones, procedencia y formación han sido y son tan diversos? Y nótese que dicha instancia se llama "proceso de admisión", o sea, es como si la universidad me dijera "te hago el gran favor de dejar que vengas a estudiar conmigo". Y eso no es todo, los estudiantes al dar la PSU no pueden optar según su lugar de residencia, porque una vez publicadas las puntuaciones de la PSU tienen que fijarse dónde quedaron, y si quedaron en la universidad de por allá lejos, bueno, o se van, o deben esperar un tiempo más para volver a dar la PSU (como si la capacidad y la vocación de un estudiante no se estuviera desperdiciando en ese tiempo burocrático de espera). 

Es insólito, absurdo, injusto, adverso, excesivamente burocrático, arbitrario, consolidador de las diferencias, angustiante, impredecible, caro, muy caro, el sistema de educación superior chileno. 

Desde mi laica perspectiva, me atrevo a sugerir:

Que existan alternativas de formación superior gratuitas, o bien con tarifas razonables para el común de la gente, con tal de que se sienta por parte del Estado Chileno una vocación por hacer de la formación superior un derecho. Así, las personas podrán decidir tal o cual establecimiento educacional solo por motivos académicos, y no por imposibilidades económicas. 

Eliminar la PSU como sistema de ingreso a la educación superior. Que el sistema de ingreso sea directo, es decir, que las universidades deliberen el proceso de ingreso a las carreras, según criterios autónomos y específicos, regidos por la compatibilidad vocacional entre la oferta académica y el perfil del estudiante interesado. 

Instaurar de manera central (o sea, supervisado por el Estado) en cada región del país una cantidad de carreras que permitan el desarrollo de profesionales de acuerdo a las necesidades locales. Así los estudiantes no se verán en la necesidad de emigrar a distancias considerables de su lugar de origen y residencia. 
Pero esto también va de la mano con otro aspecto: que se controle a nivel nacional la cantidad de profesionales que egresen de ciertas carreras, esto con el fin de que no haya sobrepoblación de titulados en algún rubro profesional, lo cual desencadena el desempleo. 


Solo he hablado de lo que veo mal en la educación superior chilena. Obvio que acá hay un vacío notable en mi exposición: la forma de financiamiento. A todas luces, y no es un secreto para nadie, el camino parece ser solamente uno: REFORMA TRIBUTARIA. 

Me he planteado no siendo un especialista en el tema, sino como un simple y sencillo ciudadano, hijo de profesores de castellano, que estudia sociología en la Universidad de Buenos Aires, porque estudiar y vivir allá me sale un 30% menos de lo que me saldría solo una cuota de la misma carrera en alguna universidad en Chile. El alto costo que yo pago por ser chileno y querer tener una formación profesional, es nada menos que vivir fuera mi país. 
¿Pudo haber sido diferente mi destino? ¡Claro que sí! Por eso escribí estas líneas. 


Andrés Yáñez
Chillán,  7 de febrero de 2012




lunes, 9 de enero de 2012

Paradojas humanas (6)

Observé algo:

Cuando una persona está en el baño y alguien le dice desde afuera: "¿Te falta mucho?", en realidad lo que le quiere decir es: "¡APÚRATE!".