sábado, 11 de agosto de 2012

El dulce equilibrio de la libertad

Cuando se piensa en Libertad, se piensa evidentemente en un estado no prisionero de algo o acerca de algo. Se piensa en una disponibilidad absoluta, o al menos tendiente a la absolutidad, de algo o acerca de algo. Se piensa en una autonomía o independencia de algo o acerca de algo. En fin, Libertad es una no-restricción

Ahora bien, mi pensamiento grafica la palabra libertad según como se utiliza en sucesos históricos nacionales de independencia. "La libertad nacional", "la libertad de la patria", "la libertad del yugo colonial", etc. Y también grafico la libertad en relación a la situación que vive un ex reo: "Salir de la cárcel; salir en libertad". 

Estas formas de graficar la palabra o concepto de Libertad, denotan, para mí, la obtención de esa no-restricción dentro de un proceso de "restricción". O sea, se presenta un contexto de no-libertad, y dentro de él se logra la obtención de la libertad: en el caso de una nación, por ejemplo, dentro de una colonización; en el caso de un reo, en el período que vive en la cárcel. La nación subyugada logra su libertad, logra deshacerse de ese sojuzgamiento; el reo, cumple su condena carcelaria o bien se escapa del recinto penal. 

Bien, ambos individuos conceptuales (la nación que se descoloniza y el reo que sale de la cárcel) lograron alcanzar su libertad. Pero fijémonos que ambos consideraban la libertad como algo anhelado, pero a la vez no existente. La libertad era una posibilidad, no una realidad. Y es interesante notar la pertinencia de la palabra posibilidad, pues implica, es cierto, algo no manifestado en el ejercicio del tiempo presente, pero también implica algo posible. Es decir, es posible ser libre.

Pero acá entra lo que quiero expresar en este pensamiento andresiano. Antes de seguir, advierto: le robaré una idea a Bordieau, quien dice que "lo real es relacional". Sigo. La libertad es relacional, es decir, la libertad supone la existencia de una contraparte. Si se es libre, es porque se puede ser esclavo. Si se puede ser libre, es porque se es no-libre. La libertad tiene como antítesis la heteronomía (no-autonomía), la dependencia, la indisponibilidad, la restricción. O sea, la libertad tiene enemigos. Y la existencia de esos enemigos de la libertad (enemigos quizás ya vencidos o a vencer) genera la necesidad de que la libertad desarrolle su ejército, establezca sus fronteras, pacte principios que le permitan defenderse de sus opositores. 

Así, la libertad no parece tan libre como suena. Es preciso resguardarla, es preciso establecer vigías que permitan la identificación de aquellos elementos que amenacen a la no-restricción. Es decir, la libertad demanda el oficio de protegerla. Libertad no es libertad y nada más. Libertad es asumir el compromiso de velar perennemente por ella. 

Entonces, podríamos... o mejor dicho "podríamos" (en comillas) decir que la libertad tiene una "restricción" (en comillas). Ahora, ¿esta "restricción" (insisto, en comillas) involucra que la libertad, a causa de la necesidad de preservarla de sus enemigos, pierda un poco de su esencial no-restricción? Sinceramente, creo que no. Creo que la no-restricción no refiere tanto a un "hacer cómo y cuándo se quiera", sino a poder ejercer lo que se ama, teniendo la oportunidad de poder crecer en eso. Y claramente eso implica proteger lo que uno ama. Creo que puede considerarse una restricción el tener que proteger algo que uno no ama; pero proteger algo que uno sí ama no es restricción, es un placer, es un privilegio, ¡es bacán! 

Ante todo esto, me parece que la libertad nos ayuda a rescatar algo que quizás muchos seres humanos anhelamos, pero pocos lo pueden alcanzar: equilibrio. Pienso que la libertad, bien entendida y bien administrada, involucra equilibrio. Esto, porque hay un grado de autonomía, de no ataduras, de no esclavitud, por un lado, equilibrado, por otro, con el cuidado, la vigilancia, la cautela ante los enemigos de la no-restricción. Esto es equilibrio, porque te hace sentir libre por un lado, y te hace estar vigilante por el otro. Pero no es un simple equilibrio entre libertad y vigilancia. El equilibrio no está dado, según yo, por el contrapeso de dos polos, de dos fuerzas antitéticas. No. Está dado por, como decía más arriba, el amor a lo que se hace, que es un amor que surge por el amor a lo que uno cree, por el amor a lo que uno sueña, por el amor a lo que uno se aferra en la vida. Yo puedo tener dos polos opuestos, pero eso no implica equilibrio. El equilibrio lo da la balanza, y la balanza de la libertad es el amor. El amor engendra esa lucha hasta alcanzar la libertad. Pero ese mismo amor proporciona el compromiso suficiente para asumir la responsabilidad de su defensa. 

La libertad, entonces, implica límites. Pero estos límites no limitan, no cohiben, no inhiben a la libertad. Todo lo contrario, la potencian. ¿Y la potencian respecto a qué? A todo aquello que no es libertad, a todo aquello que no se cree, que no se ama. 

Libre es aquel que sabe en qué cree. Libre es aquel que sabe qué ama. Libre es aquel que crece en lo que cree y ama. Libre es aquel que sabe identificar qué cosas amenazan lo que cree y ama. Libre es aquel que sabe defender lo que cree y ama. 

Libre es aquel que resguarda las fronteras de lo que cree y ama, y que no ve en eso una restricción, sino una virtud a favor de su libertad.