viernes, 26 de diciembre de 2014

Oración web

Internet nuestro que estás en el cielo, en la tierra y en el mar, 
Santificado es tu nombre. 
Tu reino ha venido a nosotros. Tu voluntad se hace en los teléfonos móviles como en los computadores. 
Danos hoy el like de cada día.
Perdona nuestras ausencias, como también nosotros perdonamos a quienes no nos ponen comentarios
No nos dejes caer en la desconexión; pero, cada cierto tiempo, un favor: 

¡LÍBRANOS DEL CELULAR!

¡LÍBRANOS DEL CELULAR!

¡LÍBRANOS DEL CELULAR!

Amén. 



jueves, 23 de octubre de 2014

Una buena razón

Esa tarde no irradiaba mayores diferencias a la de una normal y cotidiana. Catalina y Laura conversaban de la vida, del tema que fluyera. Su amistad era de aquellas que convocan a la espontaneidad temática. Hablaban de todo, y cuando se daban espacios de silencios, éstos no eran incómodos. 
Y esa tarde, hablaban de sus abuelas. Ambas compartían la realidad de que de sus abuelas sólo vivía una. 

Catalina: Mi abuela se pone jodida cuando se enoja o se molesta por algo; mejor ni acercarse. Hay que dejarla solita a la señora hasta que se le pase. Pero la mayor parte del tiempo mi abuela es re buena onda. 

Laura:  Mi abuela en ese sentido es como rara.

Catalina: ¿Por qué? 

Laura: Sí, porque es típico que la gente cuando se enoja se pone idiota o irradia mierda a medio mundo.

Catalina: Como mi abuela, jaja. 

Laura: Pero yo también soy así.

Catalina: Sí, yo igual. 

Laura: O sea, mi abuela cuando se enoja se le nota; pero aún así sabe ubicarse y expresarse adecuadamente. 

Catalina: Qué buena onda. 

Laura: Sí. De hecho una vez le pregunté a mi abuelo qué fue lo que lo conquistó de mi abuela. Esa respuesta nunca se me olvidó. 

Catalina: ¿Y qué lo conquistó de tu abuela?

Laura: Mi abuelo me dijo: "Aunque vivía su peor día, ella nunca dejaba de sacar lo mejor de ella. Y eso nunca lo ha perdido".

Catalina: ¡Guau! ¡Qué grosa tu abuela! 

Laura: Sí, yo no sé cómo lo hace. Ojalá yo fuera así, o al menos un poquito más así cada vez.  

sábado, 4 de octubre de 2014

viernes, 15 de agosto de 2014

El fin supremo y sus medios

Aristóteles dijo que el fin supremo del ser humano es la búsqueda de la felicidad. 
Según yo, esa búsqueda suprema se expresa en tres motivaciones contingentes (lo que en el título llamo los medios):
- el placer
- la justicia o la compensación
- la solución (de problemas).  

lunes, 21 de julio de 2014

Frase de Sam

Frodo: Ya no quiero seguir, Sam. 

Sam: Lo sé. Es un horror. Por nosotros ni siquiera estaríamos aquí; aunque así es. 
Es igual que en los grandes cuentos, mi señor Frodo, los cuentos que eran importantes: estaban llenos de oscuridad y peligro. A veces uno no quería saber el fin, porque ¡cómo podría ser un final feliz! ¡Cómo podría el mundo ser como antes, cuando han pasado tantas cosas malas! Pero al final las sombras sólo son transitorias. Aun la oscuridad debe terminar. ¡Vendrá un nuevo día! ¡Cuando el solo brille iluminará hasta la claridad! Esos eran los cuentos que permanecían, que tenían significado, aunque fuera demasiado pequeño para entender por qué. Pero, mi señor Frodo, creo que sí lo entiendo, ahora lo sé: porque la gente en ellos tuvo ocasión de dar la vuelta y nunca lo hizo; siguió caminando, porque tenía algo de lo cual aferrarse. 

Frodo: ¿Y nosotros a qué nos aferramos? 

Sam: A que el bien aún existe, lo sé, mi señor Frodo, ¡y tenemos que defenderlo! 

De la película "El Señor de los anillos. Las dos torres". 

sábado, 5 de julio de 2014

Gracia, aunque haces "todo".

Suelo volver caminando desde la universidad a mi casa, y particularmente ayer fue un día muy especial en mi vida académica, porque en la mañana había obtenido una buena nota en una materia, y luego en la noche también, en otra materia. No suelo tener buenas notas, por lo tanto, cada vez que tengo una buena nota siento una alegría muy singular. En todo caso, no creo en esto de valorar a las personas por las calificaciones académicas que obtienen; he aprendido a no considerar ese aspecto como referencia sólida para valorar a alguien, ni menos para valorarme a mí. Pero tampoco desconozco que sacarse buenas notas tiene un sabor positivo. Bueno, pero lo que quiero compartir  es lo siguiente: ayer completé cerca 36 horas sin dormir. Me acosté ayer viernes en la noche a dormir, y la última vez que me había acostado a dormir fue el miércoles en la noche. Como diríamos en Chile, "me saqué la cresta estudiando". Y lo hice así porque tenía la oportunidad de aprobar sin necesidad de dar exámenes finales. Dar exámenes finales te agrega más tiempo de estudio, y yo quería evitar eso, y para lograr eso, la calificación debía ser de cierta nota hacia arriba. Bueno, luego de tanto esfuerzo de estudio, luego de tanto "descreste", las notas fueron buenas, y evité irme a exámenes finales. 

La alegría fue enorme, y sobre todo respecto a una materia: Sociología Política, porque era muy densa (muy densa). De hecho, a pesar de que estudié un montón, de que me esforcé muchísimo, aun así sentí que hubiera querido tener más tiempo para estudiar mejor. Esa fue la materia de la mañana. La de la tarde fue Sociología de la Infancia, Adolescencia y Juventud. Bueno, le quise comunicar estas noticias a mi familia, y les escribí un e-mail, y en el e-mail escribí unas palabras que me dio la impresión merecían ser plasmadas en este blog. (¿Se dan cuenta, que recién escribiré lo que quiero escribir? Jeje. Pero bueno, me gusta contextualizar mis relatos). Esas palabras fueron las siguientes: 

"Dios siempre va a expresar su gracia con uno. Así bien uno no haga mucho, o uno haciendo grandes esfuerzos. He recibido su gracia en momentos de -literalmente- cero esfuerzo, pero también he conocido de esa gracia que se expresa cuando uno hace todo lo que puede hacer, cuando uno en serio no tiene más para dar porque de verdad lo ha dado todo, y, ¿saben?, el sabor de la gracia es distinto cuando la vives habiendo tú dado todo. No es difícil ver la gracia cuando nada haces: es obvio, si nada haces, lo que llega "llega solo" (aunque sabes que es por gracia). Pero cuando has hecho todo, cuando has dado todo, y aun así ves que quisieras más tiempo, espacio, lo que sea, porque te sientes limitado, y ves la gracia manifestándose, entonces, no admites caer en la tentación de creer que fue tu propio esfuerzo lo que te hizo triunfar, porque sabes muy bien que esa cuota extra no vino de ti. Tú sabes bien lo que no pudiste hacer, y sabes que no merecías tanto, porque eres consciente de lo que te faltó, eres consciente de lo que tus fuerzas no te permitieron hacer, aunque las usaste todas. Es gracia, es lo que no mereces, a pesar de que de ti no quedaron fuerzas. 

Creo que seguiré probando más de esa gracia que se vive en estas circunstancias. Sabe muy bien."

Eso quería compartir. Un abrazo a tod@s. 


sábado, 7 de junio de 2014

Palabras al silencio

Por imprudencia o por violencia
Te dejé morir,
Cuasidelito de homicidio
Del cual no pocas veces me arrepentí. 

Te atesoré en medio de ignorancias,
Cómplice de mis soledades, 
Audiencia de mis reflexiones,
Compañero fiel de mis miedos y secretos,
Candado, ante el gentío, de mis sueños,
Interlocutor del pensamiento,
Melodía de miradas,
Protector de observaciones. 

Tu monólogo sienta bien en las noches
Y dejarte hablar cuando no hay palabras.
Eres el espacio entre ellas,
Eres la verdad en la nada. 

sábado, 17 de mayo de 2014

Herejías 33:3



Clama a mí, y yo te responderé, 
y te enseñaré cosas grandes y ocultas
que tú no conoces. 




Atentamente: Google. 





viernes, 25 de abril de 2014

Las palabras: ¿se las lleva el viento?

Hoy es uno de esos días en que, después de haber ido a la universidad, vuelvo a mi casa reflexionando en algo que se trató en la clase. Es verdad que no es raro que me pase eso: que me quede pensando en algún comentario o tema tratado en alguna exposición de algún profe o en alguna intervención que haya hecho algún compañero o compañera. Pero también es cierto que no me pasa rigurosamente siempre. De hecho, muchas (de verdad muchas) veces lo único que siento al salir de clases es la satisfacción de ya no estar en el aula. Sin embargo, hoy fue de esas veces en que la clase me dejó pensando. 

La materia que hoy cursé se llama "Sociología de la infancia, adolescencia y juventud. Revisión crítica", y en la clase, la profesora hizo mención a una característica propia de la etapa adolescente: la inopia, concepto que, en el análisis de la adolescencia, es introducido por Françoise Dolto en su obra La causa de los adolescentes. Dice Dolto: "para comprender adecuadamente qué es la inopia, la debilidad de la adolescencia, tomemos la imagen de [...] las langostas que pierden su concha: se ocultan bajo las rocas en ese momento, mientras segregan su nueva concha para adquirir defensas. Pero, si mientras son vulnerables reciben golpes, quedan heridos para siempre; su caparazón cubrirá las heridas y las cicatrices, pero no las borrará". 
En la clase, la profe nos explicaba que, según la mencionada autora, hay que tener cuidado con lo que uno le dice a los adolescentes, sobre todo entre (aproximadamente) los 12 y 18 años, ya que las palabras hirientes que una persona reciba en ese rango etario pueden marcarla para toda la vida. 
En el fondo, la inopia es la vulnerabilidad adolescente. El trato adverso de esa vulnerabilidad puede dejar marcas para siempre. 

Lo que me vine pensando en el camino, después de la clase, fue la gran cantidad de veces que he presenciado situaciones en las que una persona adolescente es receptora de palabras francamente hirientes por parte de otro (sea familiar, amigo, pareja, profesor, etc.). Y a veces esas palabras no necesariamente son lanzadas a quemarropa al adolescente, sino que también puede suceder que una persona de entre 12 y 18 años de edad simplemente escuchó algo que lo marcó. 
Pero no es solo eso, puesto que también -y sobre todo- pensé en las veces en que yo mismo traté de manera inadecuada a una persona que transitaba su adolescencia. Sentí una especie de preocupación mientras reflexionaba: "¿Será que marqué negativamente para siempre a esas personas?". Fue un autoanálisis en el que no pude llegar a sentir otra cosa que arrepentimiento. Sentía ganas de volver el tiempo atrás, y de haber reemplazado las palabras que dije. 

Hace poco oía a una Doctora en Filosofía (Esther Díaz) hablando sobre la no inocencia del discurso. Planteó un ejemplo muy sencillo. Parafrasearé su exposición: 

Imaginen a un hombre muy pero muy enamorado de su novia. Pero de pronto viene el mejor amigo de este muchacho enamorado -mejor amigo, lo cual implica que entre él y su amigo hay muchísima confianza y credibilidad- y le dice: vi a tu novia con otro. Al muchacho enamorado se le viene el mundo abajo. ¿Por qué? Simplemente por las palabras de su amigo. Este muchacho enamorado no vio nada, no fue él quien vio a su novia con otro; pero las palabras de su amigo alteraron su mundo. ¿Se dan cuenta que las palabras, que el discurso, no es inocente? Es importante saber elegir las palabras que usamos al hablar. 

En consonancia con todo lo que vengo planteando, diré que soy lector de la Biblia, y que me asombro de que la propia Escritura realza el enorme valor de las palabras. Dice el (neurálgico) libro de Proverbios, en el capítulo 18, versículos 20 y 21: 

Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre;
Se saciará del producto de sus labios.
La muerte y la vida están en poder de la lengua,
Y el que la ama comerá de sus frutos.

                                                                                         (traducción Versión Reina-Valera 1960)

Pero me gustaría que viéramos otra traducción del mismo versículo de la Biblia, el cual dice así: 

Tu forma de hablar te alimentará,
  lo que digas te saciará. 

Lo que uno habla determina la vida y la muerte;
que se atengan a las consecuencias los que no miden sus palabras.

                                                                                       (traducción Palabra de Dios para Todos) 

De acuerdo a este pasaje de la Biblia, observamos que ella nos enseña que el poder que tienen las palabras es tan grande, que el mismo puede determinar nada menos que la vida del ser humano. 

Notamos así que diversos sectores y ámbitos de la sociedad comparten la perspectiva en cuanto a la relevancia y trascendencia que tienen las palabras. 

Mi reflexión final es obvia, pero no por eso menos profunda y sincera. De verdad que hubiera preferido mi propio silencio en ciertos momentos de mi historia. Quisiera haber conocido antes este concepto analítico de Dolto: la inopia, y haber sabido medir mis palabras antes de herir ciertas vulnerabilidades ajenas. 

Hoy llegué a la conclusión de que, es verdad: las palabras no son acciones. Pero, a pesar de que no sean acciones, sí son experiencias. La experiencia siempre se asocia más a la acción, y es lógico: la experiencia es movimiento. No obstante, también es verdad que no todas nuestras experiencias involucran necesariamente alguna acción: tenemos una experiencia cuando apreciamos el silencio, cuando oímos algo, incluso, en el mismo ejercicio del descanso nocturno, aunque no estamos llevando a cabo acciones, estamos teniendo la experiencia de dormir. 

Pues bien, las palabras son experiencias. Experiencias que otros nos brindan, experiencias que nosotros brindamos a otros. Las palabras son experiencias del pensamiento. Las palabras son experiencias del corazón. 

No debemos ahorrarnos esfuerzos al escoger sabiamente lo que decimos. Las palabras que digamos a otros serán experiencias de sus almas, de sus recuerdos, de sus referencias en cuanto a nosotros y en cuanto al tema al que aluden nuestros dichos. Lo que digamos puede alterar la realidad de los otros; quizás, incluso, los marque para siempre. Y más allá de las edades, todos tienen el derecho de recepcionar palabras que les hagan bien; o que, al menos, no les hagan daño.  

En lo posible, y teniendo en cuenta todas las consideraciones que acá comparto -que son solo algunas de las posibles; por supuesto que hay muchísimas más-, propongo que nos demos el trabajo de aprender a elegir bien nuestras palabras, ya que a ellas, a diferencia de lo que varios piensan, rara vez se las lleva el viento.

domingo, 20 de abril de 2014

Reivindicaciones de la alegría

Quizás necesitamos aprender a darle a la alegría un lugar semejante al que por obligación hemos tenido que darle al dolor, a saber: el dolor llega como no lo imaginamos, en manifestaciones y situaciones que no buscamos, y sí o sí tenemos que enfrentarlo, asumirlo. No tenemos opción.  

Quizás la alegría reclame más ese derecho. El derecho de aparecer sin que la esperen, de aparecer ni en la forma ni en el momento en que lo hace. 

Así como nadie preconcibe el dolor antes que llegue, así la alegría, reclama su oportunidad de hacerse presente sin ser premeditada, de simplemente manifestarse, de ser asumida en la forma que ya está, en los espacios en que ya está. 

Más que ser preelaborada, anticipada en el deseo y en la premeditación, espera ser descubierta, encontrada, concebida como realidad presente, no como posibilidad ideal futura. 

viernes, 11 de abril de 2014

Crónicas de Cardoso

Cardoso era un tipo común y corriente, pero tenía ciertas preferencias, distintas al promedio de las personas. Su apariencia no llamaba en absoluto la atención, pero, por ejemplo, le gustaba mucho la soledad. Era típico querer verlo "aislarse", en contraste con los demás que procuraban generalmente socializar. Más de una vez sus cercanos le criticaron dicha inclinación a la soledad. Lo tildaban de mala onda, de ermitaño, de autista. "Robinson Crusoe", le decían a modo de broma, ante lo cual él mismo se reía. 

Un día, conforme pasó el tiempo, logró hacer realidad un sueño que tenía desde hacía años: irse a vivir solo a una a casa medianamente cómoda. Trabajó, ahorró, incluso se endeudó un poco. Pero nada esfumaba en él la satisfacción de haber alcanzado la realización de ese sueño. 

Cuando llegaba a su casa, su nueva casa, aparte de todo ese ritual propio de quien llega a su domicilio -sacarse la mochila, el abrigo, encender las luces si ya es de noche, etc.-, solía dar un gran suspiro de alegría, el cual era acompañado por una fiel sonrisa. Prácticamente siempre decía algo así como: "¡Pucha, qué placer estar acá!". Seguido de eso, ponía alguna música suave, y se ponía a hacer labores hogareñas, como cocinar, lavar platos, o simplemente se sentaba en su sillón a respirar su nuevo ambiente. 

A pesar de su incomprendido aprecio por la soledad, no eran extrañas las veces que él llevaba visitas a su casa. De hecho, su domicilio se convirtió en poco tiempo en una de las primeras opciones de punto de reunión de amigos. Cardoso se sentía contento de que sus amigos contaran con su casa. 

Pero no solo llevaba patotas a su casa. A algunos amigos, a los más cercanos, les dijo: "Cuando quieran soledad, avísenme". Cardoso habilitó en su nueva casa una habitación suficientemente equipada para recibir visitas. La condición era explícita: nadie debía interrumpir su romance con su valoradísima soledad. La oferta no se dejó esperar. 

Uno de sus cercanos, Coke, estaba enfrentando días adversos. Necesitaba cambiar un poco el aire de siempre. Se animó, y le preguntó a Cardoso si el ofrecimiento seguía en pie. "¡Claro que sí!", le dijo Cardoso. "Cuando quieras". A los dos días Coke se fue a la casa de Cardoso. Y ahí estuvo un poco más de una semana. Casi no dialogaban. Cardoso tampoco se detenía a juzgar la cotidianidad de Coke -que, por cierto, dejaba mucho que desear. 

Al cabo de los días, cuando Coke ya se sentía mejor, decidió regresar a su casa. Se sentía muy agradecido con Cardoso. Le preguntó: "¿Cuánto te debo?". Cardoso lo eximió de cualquier tipo de pago. Coke no entendía por qué tanta generosidad. Esto mismo Cardoso lo reiteró muchas veces con distintas personas. 

Es así como varios de los amigos de Cardoso decidieron ir a su casa, paradójicamente, a recibir la compañía de esa soledad de la cual tantas veces se burlaron. 

jueves, 10 de abril de 2014

Sueldo de los parlamentarios en Chile

Los diputados Boric y Jackson acaban de presentar un proyecto de ley que propone que el sueldo de los parlamentarios se rebaje, estableciendo un parámetro: que el sueldo de un parlamentario sea equivalente a 20 sueldos mínimos. La motivación, dijeron, era dar una señal potente para la reducción de la desigualdad que hay en Chile. 

La verdad es que esto abre un debate interesante. Si vamos a hablar de que los sueldos de los parlamentarios deberían rebajarse, yo creo que sí, puesto que si uno sumara toda la plata que se recaudaría al rebajarle los sueldos a los parlamentarios, se puede llegar a una cifra que permitiría el desarrollo de diversas iniciativas sociales. O sea, en mi opinión, el Estado chileno podría hacer un poco más pagándole menos a los parlamentarios. De hecho, y aunque no refiere exactamente al salario parlamentario, imprimo en el debate la ubicación geográfica del Congreso Nacional. Personalmente soy partidario de que el mismo no se encuentre más en Valparaíso, sino en Santiago. Creo que el hecho de que el parlamento esté en Valparaíso hace que su funcionamiento sea más caro. Pero vuelvo al debate inicial. 

La propuesta de Boric y Jackson es interesante, ya que establece la relatividad del salario parlamentario al salario mínimo. ¿Qué es lo interesante acá? Pasa que no nos es desconocida la realidad de que los parlamentarios chilenos en algunas ocasiones hacen sesiones en el Congreso que tienen por finalidad subirse el sueldo, ni tampoco ignoramos la realidad de que cada vez que la ANEF (Asociación Nacional de Empleados Fiscales) realiza una movilización para lograr el aumento del salario de los funcionarios estatales, ese aumento conseguido también alcanza a los parlamentarios -en tanto empleados fiscales que son. Pues bien, lo interesante, lo que abrirá el debate, en mi opinión, es lo siguiente: ¿Los parlamentarios lucharán con más ahínco por aumentar el salario mínimo, sabiendo que esto implicará también un aumento en sus propios salarios? O sea, cada vez que los parlamentarios quieran subirse el sueldo podrán disfrazar su interés con la bandera del aumento del sueldo mínimo. Y el otro matiz que yo veo de este intento de relativizar el salario parlamentario al salario mínimo, es el siguiente: ¿será que esta posible ley hará que los parlamentarios dejen de luchar por el aumento del salario mínimo, sabiendo que dicha consigna inmediatamente será interpretada por la ciudadanía, no como un esfuerzo político honesto de querer aumentar el salario mínimo a los trabajadores, sino de querer aumentarse ellos mismos el salario? Ésta pregunta encierra un hipotético peligro: los trabajadores que ganen el salario mínimo quedarían probablemente más desplazados, ya que, al ser malinterpretada la lucha en el parlamento por el aumento del salario mínimo en aras de un aumento en el salario de los Honorables, el aumento del salario de los trabajadores (que tengan como ingreso el salario mínimo y que aspiren a un aumento del mismo) se vería aletargado una y otra vez. 

De todas maneras, aunque el debate esté abierto a que se revise y discuta dicho proyecto de ley, me parece que la iniciativa de Gabriel (Boric) y Giorgio (Jackson) de bajarle el sueldo a los parlamentarios, logra interpretar el sentir de un amplísimo sector de la ciudadanía. Eso es lo que le hace falta al Congreso Nacional chileno, trabajar más y darle más bola a lo que la gente espera de ellos. La iniciativa de Gabriel y de Giorgio enciende una chispa de esperanza en algo que hace mucho tiempo los chilenos no sentimos respecto de nuestro Congreso Nacional: REPRESENTACIÓN. 

martes, 1 de abril de 2014

El valor de un abrazo

En las siguientes líneas intentaré plasmar algo que para mí es muy significativo, tanto así que considero que es una de las cosas que más aprecio en la vida: el valor de un abrazo. 

Yo tenía unos 16 años cuando pude entender y vivenciar la belleza de esa experiencia. Y las circunstancias eran muy particulares en aquel entonces: en el ámbito familiar, la realidad aportaba elementos complejos; en lo académico, yo cursaba tercer año de enseñanza media, y tenía acumulado un gran porcentaje de inasistencia a clases debido a una depresión que me dio a causa de una sobrecarga de estrés, el cual se produjo, entre otras cosas, porque me había involucrado en el mundo dirigente -fui presidente del Centro de Alumnos de mi liceo. Al ser dirigente estudiantil, estaba involucrado constantemente en diversas actividades. Fueron varias las veces que llegaba a las 8 de la mañana al liceo y me iba a mi casa a las 9 o 10 de la noche (mis compañeros de curso volvían a sus casas alrededor de las 2 de la tarde). Hago hincapié en esto de haber sido dirigente estudiantil porque ocupé mucha de mi energía en ese ámbito, y tengo que ser honesto: la verdad es que no fui un buen presidente. Fracasé al llevar a cabo el plan de trabajo que había elaborado. La mayoría de las promesas que hicimos en la campaña no las pude cumplir. Eso me bajoneó mucho, y a raíz de ese bajón fue que empecé a faltar a clases y a dejar botadas varias de mis actividades, entre otras, mis labores eclesiásticas. En ese tiempo yo tocaba la batería en mi iglesia, y a causa de mi depresión anímica también empecé a faltar a mi compromiso con la banda musical de mi congregación. Ahora que lo pienso, fue un tiempo bastante magro de mi biografía: en casi todos los ámbitos de mi vida las cosas andaban o a medias o francamente mal. 

Pero hubo una luz en medio de ese callejón lúgubre de mi historia. En medio de ese tiempo empecé a cultivar una relación más profunda con Dios. La música me ayudó mucho en eso. Alrededor de mis 13 años de edad empecé a conocer la manifestación de la presencia de Dios en medio de la adoración. Recuerdo que tomaba la guitarra, me encerraba en mi pieza y empezaba a cantarle a Dios. Se producía algo hermoso. No sé cómo describirlo. Sentía algo muy cálido en mi pecho. Sentía una paz profunda, una sensación que era algo así como que todo se detenía, como que todo quedaba de lado, y algo te decía que todo iba a estar bien, que todo tendría una salida.  O sea, no era solo una mera calma, era una paz que traía consigo una fuerte convicción de esperanza, una visión de futuro, una convicción de que todo iba a estar mejor. Pero además, sentía muy fuerte la sensación de complicidad y comprensión. A mis 16 años yo estaba fracasando en mi vida como dirigente y como parte del equipo de músicos de mi iglesia, lo cual me hacía sentir constantemente avergonzado. Me sentía, como se dice, "perseguido". Y es lógico, cuando sabes que has fallado en tus compromisos, sientes eso, vergüenza. Sientes que los demás saben que les has fallado. Quizás por eso procuraba no salir de mi casa. Solo tenía ganas de estar en mi pieza, encerrado, no quería ver a nadie ni saber nada de nadie. Aparte, yo sentía que las luchas que yo estaba enfrentando eran tan singulares que pensaba que nadie las podría entender. A los 15, 16 años, todos tienen otro tipo de problemas: sentimentales, autoestima, rollos con los padres, etc., etc., etc.. Y mis problemas no eran exactamente esos; los míos eran dramas políticos. ¿Quién entendería que me sentía mal y bajoneado porque no pude cumplir con lo que esperaba hacer como dirigente estudiantil? Todos me decían cosas como: "en las cosas que andas metido". O sea, claramente NADIE me daba luces de que podría comprender mi estado anímico. Bueno, en ese contexto es que yo pude sentir esa complicidad y comprensión cuando le cantaba a Dios. No crecí con mi papá biológico, pero creo que la sensación se asemeja a eso: cuando tu papá sabe que has cometido errores, pero te abraza y te dice que va a estar contigo y que te ayudará a salir adelante. O sea, no era solo una mera calma, era una sensación paternal, de comprensión, de ayuda, de que ahí era donde yo pertenecía, de que ahí estaba mi hogar. 

Varias veces en medio de esos tiempos a solas con Dios yo pude experimentar algo muy especial. Es lo que yo personalmente describo como el abrazo de Dios. Y la secuencia era muy singular. Trataré de detallarla. Yo empezaba cantando alguna canción que conocía. La volvía a cantar. Yo cerraba mis ojos y aumentaba el volumen de mi voz. De pronto empezaba a experimentar esa paz de la que hablo más arriba. Pero luego dejaba de cantar, y simplemente arpegiaba la guitarra. Mis ojos seguían cerrados. Luego ya dejaba de lado la estructura armónica de la canción, y en medio del arpegio libre de la guitarra, empezaba a decirle a Dios cosas espontáneas, cosas que expresaban gratitud por lo que Él me hacía sentir en ese momento. Varias veces, VARIAS VECES me emocioné hasta las lágrimas, que, obvio, eran de profunda alegría. Y en medio de toda esa hermosa calma, yo sentía que una especie de fuego me rodeaba. Pero no era un fuego que quemaba, sino un fuego que abrigaba, que acogía, que escondía, que protegía, que no te generaba duda alguna que al estar ahí estabas en medio de un regazo. Lo que menos quería era salirme de ahí. ¡Era tan placentero estar ahí! Ahí es donde entendí el valor de un abrazo, porque en medio de las tantas adversidades internas que yo estaba atravesando, era ahí donde me sentía devuelto a la vida. Ahí se iba la rabia conmigo mismo, se iba la vergüenza hacia los demás, se iba la derrota, se iba la falta de comprensión. Comprensión... ¡qué palabra más especial esa! En medio de ese abrazo fue donde conocí esa tan necesaria sensación.

A partir de toda esa experiencia es que aprendí a abrazar. El abrazo de Dios es distinto a los abrazos que damos los seres humanos. Nosotros abrazamos varias veces solo hasta los hombros, o con palmaditas en la espalda, o quizás abrazamos por lapsos escuetos, o sincronizamos nuestros abrazos con discursos. Pero el abrazo de Dios es especialmente diferente. Sus brazos te rodean y permanecen quietos así, rodeándote, traspasándote calor, amistad, comprensión, pertenencia, pureza, alegría, profundo cariño, tranquilidad. No hay discursos de por medio. Su abrazo lo dice todo; no necesita palabras. Además, sus abrazos son largos. Y todo eso te lo da no importando tu currículum. Puedes ser la mejor o la peor persona, y la intensidad y profundidad de ese abrazo va a ser la misma. Es un abrazo que desconoce por completo la palabra discriminación. Él no me negó su abrazo cuando yo lo busqué, aunque yo sabía claramente que no lo merecía. Eso aprendí en Su abrazo, que un abrazo no se le niega a nadie. De verdad, yo puedo abrazar aun a quienes no me caen bien, porque sé que quizás la puerta al cambio no es la reconvención o la amonestación, sino el abrazo, con tooodo lo que un abrazo implica. 

Cuando yo procuro abrazar a alguien, trato, intento traspasar todo eso. Trato siempre de dar abrazos largos a todos, aunque con frecuencia no soy correspondido. (Observo que cada uno tiene su forma de abrazar. Y creo que eso está bien. Cada cual es único. Además, son tantas las veces que los abrazos se usan para fines expresamente egoístas, que me resulta súper comprensible que los abrazos sean malinterpretados). De hecho, esa es mi intención cuando al final de un escrito digo "Un abrazo", traspasar todo lo que un abrazo significa para mí. 

A raíz de todo lo que he compartido, llego a la conclusión de que, para mí, un abrazo es: paz, esperanza, amistad, comprensión, cariño, alivio, pertenencia, reconciliación, presente puro. ¡Y pensar que un abrazo es totalmente gratis! 

¿Te hago una sugerencia? Abraza. Más allá de los méritos o no, abraza. Dales a otros el hermoso regalo de un abrazo. 

Donde quiera que estés leyendo esto, me despido así: 
¡Un abrazo!




domingo, 30 de marzo de 2014

El profesor inclusivo

El profesor inclusivo... ha tomado conciencia de que los alumnos son inmigrantes que enfrentan una cultura nueva; admite que esto es intrínsecamente un desafío para cualquiera, que se trata de un proceso de integración a una comunidad ajena y no de una dificultad de aprendizaje. 


Paula Carlino
(Escribir, leer y aprender en la universidad, 2005: 92)


jueves, 13 de marzo de 2014

xD

Primer acto: 
Se reúne un grupo de alcohólicos cuyos nombres coinciden: todos se llaman Juan Pérez. 

Segundo acto: 
Se reúne un grupo de alcohólicos cuyos nombres coinciden: todos se llaman Juan Pérez. 

Tercer acto: 
Se reúne un grupo de alcohólicos cuyos nombres coinciden: todos se llaman Juan Pérez. 

¿Cómo se llama la obra? 

ALCOHÓLICOS HOMÓNIMOS. 





martes, 11 de marzo de 2014

Anécdota con sabor a patria

Hoy me encuentro en Talca, llegué el pasado sábado 8 de marzo, y en un rato más vuelvo a Chillán. Y precisamente hoy 11 de marzo ocurrió el cambio de mando presidencial, y algo me llama mucho la atención: 

Llegué a Talca siendo Sebastián Piñera presidente, y volveré a Chillán siendo Michelle Bachelet la presidenta de Chile. 

martes, 25 de febrero de 2014

Lo que pasa en Venezuela

La verdad no tenía pensado escribir algo al respecto, pero mi corazón desborda preocupación por este rincón de Latinoamérica: Venezuela. Y quizás lo que escriba carezca de bases estrictamente contundentes para algunos, pero, al fin y al cabo, tengo derecho a opinar desde mi subjetividad. Sinceramente, yo me distancio de esa frase que dice "el que no se informa no tiene derecho a opinión". Francamente, yo creo que el derecho de opinar es de todos, no importa cuán ilustrado sea el opinante. En fin, desde esa perspectiva opinaré de lo que hoy está pasando en Venezuela. 

En primer lugar, nunca me han gustado los liderazgos personalistas. Antes de seguir, aclaro que este rechazo no desestima los logros alcanzados por dichos liderazgos. Un ejemplo de ello, creo que es Juan Domingo Perón, expresidente de Argentina, quien, entre otras cosas, instauró en dicho país las vacaciones pagas para los trabajadores. ¿Podría alguien oponerse a dicho logro? ¡Evidentemente que no! No obstante, me desagrada sobremanera que Perón, habiendo fenecido en 1974, aún siga copando la agenda política y discursiva del país argentino. Creo que el ejemplo grafica de manera suficiente mi manera de pensar. Pues bien, eso es lo que veo en Venezuela: no voy a ponerme a discutir los logros y aciertos de los gobiernos de Chávez y Maduro, pero sí que protesto ante ese -para mí- innecesario liderazgo chavista. Los liderazgos políticos personalistas hacen recaer de manera tan profunda la contingencia de un país sobre el líder de turno, que eso genera la postergación del surgimiento de nuevos liderazgos. Yo lo pienso en palabras más coloquiales: el drama es que el líder abarca tanto, que cuando él muere o desaparece, su sector queda en pelotas. Eso es en parte lo que veo en Venezuela. ¿Quién vino después de Chávez? Claro, está Maduro, ¿pero qué hay de otros nuevos líderes? Y no digo que no los haya; de hecho, es muy probable que simplemente yo no los conozca; pero me parece que, a pesar de que eso sea así, aún así todo huele a Chávez. Y se puede argumentar que "hay un legado que continuar" o cosas así, pero, desde mi perspectiva, una cosa es continuar un legado, y otra cosa es enviciarse y obstinarse con un mismo líder. Claramente, eso pasa en Cuba con los Castro y en Argentina con Perón, y es lo que, a mi parecer, está ocurriendo en Venezuela. No me gusta que un país se divida en torno a un apellido, ya que en este caso, o eres pro-chavista o anti-chavista. Eso francamente no me parece bien.  

Por otra parte, tengo la alegría de tener amigos provenientes de diversos países, entre ellos, amigos que son venezolanos, uno de los cuales hace pocos meses me visitó y me contó de la contingencia venezolana. Cuando conocí a este amigo, él abiertamente se declaraba chavista. Recuerdo incluso que él tenía una camiseta en la cual se podía leer propaganda a favor del "comandante". Bien, cuando este amigo me visitó -hace menos de tres meses- me contó lo decepcionado que estaba de Chávez y de Maduro, y de toda esta lamentable situación que está viviendo Venezuela. A ver, una cosa es que quizás alguien que siempre ha sido opositor a Chávez hable mal de Chávez, pero creo que la cosa cambia cuando quien te habla así de Chávez es alguien que lo apoyó, lo votó y trabajó de voluntario en su campaña en el referéndum de 2004. Bueno, un venezolano que fue chavista, hoy de manera consciente se desmarca de dicha postura. Mi amigo no se arrepiente de haber apoyado a Chávez en su momento, pero hoy, al analizar lo que él puede ver como venezolano, o sea, al vivir en carne propia todo lo que está ocurriendo en su país, él sabe que lo mejor es que el chavismo no ostente más el poder hoy por hoy*. 

Y como tercera cuestión, no quiero dejar de mencionar el argumento que para mí es de suyo el más contundente. Mi amigo me contó que Chávez tuvo la idea de iniciar investigaciones palenteológicas en el cadáver de Simón Bolívar para dar con su verdadero rostro. No recuerdo la cifra exacta de funcionarios públicos que mi amigo me mencionó, pero parafraseándolo, me contó que dicha iniciativa debía tener la aprobación de catorce funcionarios públicos del Estado de Venezuela. Pues bien, de esos catorce funcionarios que aprobaron dicha iniciativa, trece murieron -incluyendo el propio presidente en ejercicio, Hugo Chávez- y la única funcionaria que queda con vida, tiene cáncer. Alguien al leer esto puede decir: "pero eso ya no es un argumento político, sino religioso". Quien piense tal cosa, razona de manera totalmente correcta; aunque yo iría un paso más allá: para mí, más que un argumento religioso, es una cuestión que involucra lo espiritual. O sea, lo que está pasando en Venezuela hoy por hoy, miércoles 26 de febrero de 2014, no es solo una cuestión política o ideológica, sino que ya está abarcando de manera profunda otros ámbitos de la vida. 

La solución de lo que está ocurriendo en Venezuela no pasa solo por accionar políticamente a la gente, sino que también pasa por incentivar a quienes creen en Dios a orar por dicho país. Ese es mi compromiso. 

Espero que pronto todo esto que está pasando en Venezuela deje de ocurrir, y que más temprano que tarde conozcamos noticias de cambios relevantes para dicha nación. Cambios positivos, claro. 

Me dí el tiempo de escribir algo acerca de lo que está pasando en Venezuela porque me parece totalmente injusto guardar silencio ante el dolor de un país hermano. 

De todo corazón, que Dios vierta paz y bendición sobre todo el territorio venezolano. 

Venezuela, oro por ti y por los hijos de tu tierra.  



Andrés Yáñez
Chillán, Chile, miércoles 26 de febrero de 2014

*Según 
http://www.eluniversal.com.mx/el-mundo/2014/suben-a-16-los-muertos-por-protestas-en-venezuela-990475.html
a la fecha, la crisis venezolana arroja ya 16 muertos.