sábado, 20 de noviembre de 2010

breves andresianas (1)

Las preguntas (dudas) son trayectos, no destinos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Paradojas humanas (4)

La palabra "pan" es un sustantivo masculino, sin embargo, al pan tostado se le llama "tostada" (adjetivo femenino).

La palabra "carne" es un sustantivo femenino, sin embargo, a la carne asada se le llama "asado" (adjetivo masculino).

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Cómo serás? (Palabras para Dios)

"¿Sabes? (por supuesto que lo sabes), a veces pienso en Ti no desde la mirada típica en que los humanos te miramos, sino de una forma más personal. Por ejemplo me pregunto ¿qué pasará ahora por tu mente?, o si no ¿qué cosas te darán risa?, o también ¿qué tienes en la cabeza como para amarme tanto como lo haces, aunque conoces por completo mi imperfección?

Puedo decir que conozco la Biblia lo suficiente como para creer en ti, y agradezco el tener ese conocimiento; pero a veces me imagino saliendo a caminar contigo, o jugando contigo, o simplemente abrazándote, o tal vez tomándome una foto contigo...

Dios, ¡Cuánto anhelo conocerte! No sólo anhelo tus grandezas, sino tus detalles; te anhelo por completo. Anhelo conocer el brillo de tus ojos, el timbre de tu voz, la intensidad de tu cariño, tu asombroso poder.

Ese día, cuando esté frente a ti, y contemple tu mirada, ese día, en ese momento, el mayor de mis sueños se habrá hecho realidad.

Mientras estoy en la tierra, déjame conocerte, disfrutarte, amarte, alegrarte, servirte (aunque sea para algo).

Mientras esté acá, no quiero perderme nada de lo que tienes para mí.

Mientras viva, quita de mí lo que quieras, pero por nada, oh Dios, por nada, jamás me dejes sin ti.

Tú eres lo mejor que tengo, tú eres mi esperanza, tú eres mi vida.

Gracias por ser quien eres, y por ser como eres.

Te amo. Sí, te amo Dios.

Tu hijo, Andrés

martes, 16 de marzo de 2010

Mi conflicto interno con la humanidad

¡Qué paradójico es convivir con sentimientos tan encontrados como es mi profunda decepción de la raza humana y mis sinceros deseos de ayudarla en lo que se pueda!
Honestamente es feo, pero transparente lo que estoy admitiendo... Pero en serio, quiero ayudar.
Y de verdad, no me olvido que yo mismo soy parte del desastre que somos como raza. Es eso, el ser parte de este mundo, MI mundo (me guste o no), es lo que me compromete a dar de mi esfuerzo para ver si en algo, por más pequeño que sea, puedo ayudar, aportar, bendecir, edificar, alegrar a mi raza.
Oportunamente pienso en las palabras del cantautor chileno Alberto Plaza: YO VOY A CAMBIAR EL MUNDO, VOY A EMPEZAR POR MÍ.

jueves, 4 de marzo de 2010

Mi primer cuento :P

La jornada era normal. Aquella clase de lenguaje se desarrolló de forma típica, salvo por un interesante diálogo que protagonizaron la profesora Luisa y el alumno Ignacio, mientras la maestra revisaba la tarea de sus alumnos. Cada estudiante debía acercarse al escritorio de la profesora con su cuaderno para dicha revisión.

Al momento de acercarse Ignacio, la profesora, junto con felicitarlo por haber cumplido la tarea, le hizo un comentario ameno y anecdótico:
-¿Sabes qué, Ignacio?
-¿Qué?- respondió el muchacho.
-Te pareces a un hijo mío- señaló la maestra, adjuntando una sonrisa.
-¿En serio?- dijo Ignacio con cierto asombro.
-Sí- respondió la profesora- Tu rostro, tu cabellera y el color de tus ojos son muy parecidos a la apariencia de mi hijo.

El muchacho, mientras acomodaba su cuaderno para volver a su asiento, le preguntó a la maestra:
-¿Y su hijo cómo se llama?
-Jorge- dijo ella.
A lo que Ignacio añadió:
-¿Y a qué se dedica? ¿Cuántos años tiene?
-Él ya salió del colegio. Ahora estudia ingeniería en la universidad. Está en tercer año y tiene 22 años- respondió la maestra.
Ignacio sonrió gratamente sorprendido.


***
Un par de semanas después, al final de la clase, en el ratito que transcurre entre el término de la exposición pedagógica y el timbre, Ignacio se acercó a la profesora, y le hizo un comentario que hizo reflexionar a la maestra:
-Profe, usted me dijo que me parecía a su hijo.
-Así es- dijo ella.
-Oiga, profe, puedo entender que me parezco físicamente a su hijo, pero me pregunto algo...- señaló Ignacio.
-¿Qué te preguntas?- expresó la maestra.
Ignacio respondió:
-Me pregunto si mi parecido con su hijo le hace recordar el lado bueno o el lado malo de él.
La profesora quedó impresionada, ya que no es muy común hallar tal profundidad de pensamiento en un alumno de quince años.
La maestra Luisa, con un carisma y una sabiduría muy singular, le respondió a Ignacio:
-El que me recuerdes lo bueno o lo malo de mi hijo depende exclusivamente de ti.
-¿Cómo así profe?- preguntó Ignacio.
La maestra contestó:
-Si decides hacer el bien, me recordarás la parte buena de mi hijo; si decides hacer el mal...
-Le recordaré la parte mala de su hijo- completó Ignacio.
-Exactamente- dijo ella.
Si bien Ignacio quedó pensativo con tan particular respuesta, luego de unos segundos de meditación, añadió una nueva interrogante al diálogo:
-Pero, profe, ¿cuáles son las características positivas de su hijo?
Ella señaló:
-No importa cuáles sean las cosas positivas de mi hijo, porque si tú decides ser bueno en lo que hagas, sí o sí te vas a parecer a él en su lado positivo.
-Pero, profe, por más que yo haga cosas buenas, ¿cómo voy a saber si me parezco a su hijo, si no sé qué cualidades tiene específicamente?- expresó Ignacio.
La profesora le contestó con dulzura y profundidad:
-Las buenas personas siempre se parecen, Ignacio.
-¿En qué, profe?- preguntó el quinceañero.
La maestra dijo:
-En el bien que le hacen a quienes los rodean y al mundo, no importa cómo expresen ese bien.
***
Andrés Yáñez
(Mi primer cuento)

viernes, 26 de febrero de 2010

miércoles, 10 de febrero de 2010

Una hermosa lección

La piscina era grande y estaba dividida en dos partes: una parte era para los niños (era menos profunda) y la otra era para los adultos (obviamente más profunda).

Un hombre de unos treinta años estaba bañándose en la parte profunda junto a su hijito, que tendría 6 ó 7 años. El niño estaba entre los brazos de su papá, y éste le hacía saber a su hijo que bajo ninguna circunstancia lo soltaría. A pesar de eso, y de manera entendible, el niño se aferraba a su padre y denotaba en su rostro cierto grado de preocupación. ¡Claro!, sería terrible estar solo en la parte más profunda de la piscina. Sin embargo, el papá le dijo algo a su hijo, algo que le dio confianza y seguridad:
"Tranquilo, estando conmigo no te va a pasar nada".

Paradojas humanas (2)

Sabemos que la Tierra es redonda, sin embargo se llama PLANETA.
O sea que si la Tierra fuera plana, ¿se llamaría REDONDETA?

sábado, 6 de febrero de 2010

Paradojas humanas (1)

Si el ser humano se molesta cuando alguien le miente,
entonces, ¿por qué se siente ofendido cuando alguien le dice la verdad?
Andrés Yáñez

miércoles, 3 de febrero de 2010

Los verdaderos amigos

"Muchas personas caminarán por tu vida,
pero sólo los verdaderos amigos son los que dejarán una huella".
(Desconozco el autor)

miércoles, 27 de enero de 2010

Una sencilla teoría

Si todos los seres humanos alcanzáramos las metas que nos proponemos lograr, sin perjudicar a los otros, el mundo sería más feliz.

Andrés Yáñez

martes, 26 de enero de 2010

Ancianos al medio de la vereda

He observado, mientras camino por las veredas de la ciudad, un comportamiento que me atrevo a calificarlo de frecuente entre los comportamientos que se dan en el contexto urbano: ancianos al medio de la vereda.

En reiteradas ocasiones he ido caminando por ciertas veredas de la ciudad, y he notado que regularmente las personas de más edad prefieren caminar por la parte más central de la vereda. Es sabido que los anicanos transitan a una velocidad más reducida que los adultos y los jóvenes. Y sucede que una persona, al ir caminando al medio de la vereda de manera lenta, generalmente obstruye el trayecto de aquellas que vienen atrás a un paso más rápido. Me ha pasado varias veces que vengo caminando a mi paso normal, y de pronto me veo en la obligación de reducir mi velocidad por causa de aquellos que están caminando adelante de mí. Alguien, de manera sumamente lógica, podría razonar que ese percance se soluciona simplemente con adelantar a quien va por delante, para así continuar con el trayecto propio. Sin embargo, estas personas al ir caminando al medio de la vereda hacen difícil el hecho de que uno las pueda adelantar, ya que al estar transitando al medio de la vereda, dejan poco espacio a los costados, por lo cual, adelantarlos requiere de un poco de paciencia: seguir caminando atrás de ellos un lapso del trayecto, encontrar el espacio adecuado, y recién ahí adelantarlos.



También he visto que este fenómeno ocurre de manera frecuente con personas que vienen acompañadas, otras que vienen con alguna carga de considerable volumen en sus manos, y también con aquellos que se detienen en medio del camino para saludar a un conocido: todos éstos contribuyen a que quienes vienen atrás se vean obligados a interrumpir la velocidad de sus pasos.



Si bien es cierto que no todas estas personas son ancianas (aclaro esto porque no es mi intención emitir una idea clasista antisenil), he observado que es más frecuente notar este tipo de comportamientos en aquellos que tienen más edad. De este fenómeno urbano me atrevo a sacar una lección.



Es normal que en la vida aquellos que tienen más años o experiencia o conocimiento dirijan, conduzcan, lideren ciertas instancias: políticas, administrativas, religiosas, etc. Ello siempre será bien visto y será saludable para toda organización. Sin embargo, esto no quiere decir que no estén surgiendo nuevos talentos, nuevas ideas, nuevas iniciativas en aquellos que vienen "caminando atrás".

Pienso que muchas organizaciones han sufrido las lamentables consecuencias de lo que llamo "el síndrome Prohibido Adelantar". Ciertos líderes piensan, hasta con cierta fobia, que si no son ellos y solamente ellos quienes dirijan la organización, ésta lamentará las consecuencias. Es decir, son como aquellos ancianos que, acostumbrados a un pausado ritmo y velocidad, y habituados a transitar siempre al medio de la vereda, impiden o dificultan innecesariamente el que otras personas que vienen atrás de ellos los puedan adelantar.



Si somos líderes, no debemos arrogarnos el monopolio de las iniciativas, de las ideas, de los talentos, de la capacidad..., sino que debemos creer en la gente, incluso en aquellos que van más "atrasados" que nosotros (en edad, en experiencia, en currículum). Y si de pronto notamos que nuestra velocidad de progreso puede ser menor que la de aquellos que vienen atrás nuestro, recordemos que al ubicarnos a un costado de la vereda no nos estamos estancando ni saliendo de ella, pues, seguimos avanzando, esta vez, sin obstruir o dificultar el progreso de otros.



De paso, una sugerencia para quienes transiten por las veredas de la ciudad: si vamos a caminar lento, cargados, acompañados, o nos vamos a detener a saludar a un conocido, no obstaculicemos el tránsito de los demás. En tales casos, no utilicemos el centro de la vereda.



Andrés Yáñez.

lunes, 25 de enero de 2010

¡Dios, sálvame!

Cierto hombre naufragó y quedó en medio del mar, rodeado nada más que por la soledad y el oleaje del agua. En tan adversa circunstancia elevó un rezo desesperado:
- ¡Dios, sálvame, ayúdame!
De pronto, un barco pesquero se acercó, y uno de sus tripulantes le lanzó una cuerda al náufrago y luego le gritó:
- Hombre, toma la cuerda bien firme para que te saquemos del agua.
El náufrago con una insólita seguridad le contestó:
- No se preocupen, yo le pedí ayuda a Dios, así que dejaré que él y sólo él me rescate de esta situación. Atónitos, los pescadores respetaron la resolución del náufrago, y se fueron.

El náufrago ya había pasado varias horas en el agua, y levantó nuevamente su clamor a Dios:
- ¡Dios, Dios, ayúdame, sálvame de esta situación!
Al cabo de un rato, se acercó otro barco, el cual se encargaba de transportar mercadería desde y hacia distintos países. El capitán de dicha embarcación fue informado de la presencia de un hombre totalmente abandonado en medio del océano. El capitán inmediatamente ordenó lanzar al agua un chaleco flotador y una cuerda. La tripulación del barco a esa altura estaba totalmente enterada de la situación del náufrago. Obviamente, todos esperaban que este hombre tomara la cuerda y comenzara a colaborar para ser rescatado. Pero, al contrario de lo que todos lógicamente estaban esperando, el náufrago no realizó ningún gesto para asirse del chaleco y la cuerda.
- Pueden irse - vociferó el náufrago - Dios me va a salvar.
Con un asombro sólo semejante a la infinidad de aquel azul paisaje oceánico, la embarcación retiró el chaleco y la cuerda, y siguió su rumbo.

Ya había pasado un largo tiempo, y el náufrago veía cómo el arrebol anunciaba el final de ese día. Habían sido horas de estar clamando a Dios, de soportar la luz directa del sol, y de percibir cómo su cuerpo tiritaba cada vez más por el progesivo descenso de la temperatura del agua.
De pronto, se acercó una nueva flota. Ésta era más pequeña que las anteriores, pero a la vez era más veloz y aparentemente había sido enviada luego que los pescadores del primer barco reportearan la situación de este náufrago.
- Fuimos informados de tu situación - gritó un hombre que vestía ropa y gorra de marino.
El náufrago, con frío, hambre, insolación, cansancio y hasta cierto miedo contestó:
- No se preocupen por mí, Dios me va a salvar.

El sol ya se había ocultado y el hombre tras casi todo un día de estar luchando y esperando la respuesta de Dios, de pronto vio agotadas sus fuerzas. En un último rezo, y evocando las palabras de Cristo en la cruz, el hombre exclamó:
- Dios, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Tras un breve lapso de tiempo, los signos vitales abandonaron su agotado y frágil cuerpo.

Al llegar al cielo, antes que una alabanza, este hombre emitió a Dios una protesta:
- Estuve pidiéndote todo el día que me salvaras de esa situación, ¿por qué no lo hiciste?.
La respuesta... francamente asombrosa:
- Te oí y te envié ayuda. Mandé tres barcos a rescatarte, o sea, te dí tres oprtunidades que tú decidiste desaprovechar.
Luego de unos segundos de silencio y reflexión el hombre replicó:
- Ahora me doy cuenta de algo...
- ¿De qué? - le dijo Dios.
El hombre respondió:
- Tus respuestas y tu ayuda no siempre se manifiestan como uno se lo imagina, pero siempre están.

(Desconozco al autor)

sábado, 16 de enero de 2010

Esta pregunta me hizo pensar...

¿En qué crees más: en la realidad o en la esperanza?

domingo, 3 de enero de 2010

Por qué este blog

No sé si sean muchos los que pasen por acá, pero creo que quienes visiten este sitio merecen saber por qué me atreví a crearlo.
Es indudable que la mejor forma de transmitir la perspectiva que uno tiene de la vida es a través del diálogo directo, o sea, a través de la conversación. Sin embargo, un sitio web te permite llegar a quienes probablemente nunca podrás conocer de forma personal. Por ésta razón es que me inspiro a crear este blog, porque pienso y creo que algunos de los pensamientos que voy a compartir a través de este sitio serán útiles para algunos de quienes los lean; para otros quizás representen un buen material para refutarlo o incluso criticarlo. Pero la idea es esa, mostrar aspectos esenciales de lo que creo y reflexiono acerca de la vida.
Incluiré entre las futuras publicaciones frases propias como "prestadas". También me atreveré a compartir ciertas experiencias personales de las cuales extraje lecciones valiosas. Y, porque me gusta encontrar y compartir cosas para reír - aunque no siempre resulte -, también inlcuiré cosas que por lo menos a mí me parecen dignas de ser sonreídas.
Creo en Dios, y creo que Él puso en cada ser humano algo valioso que puede compartir con los otros, para así hacer partípices a los demás de las cosas buenas que uno ha experimentado y aprendido en su vida.
Esa es la idea de este blog: no ser mezquino con lo que Dios me ha dado.
Un abrazo sincero a todos mis potenciales lectores.