martes, 26 de enero de 2010

Ancianos al medio de la vereda

He observado, mientras camino por las veredas de la ciudad, un comportamiento que me atrevo a calificarlo de frecuente entre los comportamientos que se dan en el contexto urbano: ancianos al medio de la vereda.

En reiteradas ocasiones he ido caminando por ciertas veredas de la ciudad, y he notado que regularmente las personas de más edad prefieren caminar por la parte más central de la vereda. Es sabido que los anicanos transitan a una velocidad más reducida que los adultos y los jóvenes. Y sucede que una persona, al ir caminando al medio de la vereda de manera lenta, generalmente obstruye el trayecto de aquellas que vienen atrás a un paso más rápido. Me ha pasado varias veces que vengo caminando a mi paso normal, y de pronto me veo en la obligación de reducir mi velocidad por causa de aquellos que están caminando adelante de mí. Alguien, de manera sumamente lógica, podría razonar que ese percance se soluciona simplemente con adelantar a quien va por delante, para así continuar con el trayecto propio. Sin embargo, estas personas al ir caminando al medio de la vereda hacen difícil el hecho de que uno las pueda adelantar, ya que al estar transitando al medio de la vereda, dejan poco espacio a los costados, por lo cual, adelantarlos requiere de un poco de paciencia: seguir caminando atrás de ellos un lapso del trayecto, encontrar el espacio adecuado, y recién ahí adelantarlos.



También he visto que este fenómeno ocurre de manera frecuente con personas que vienen acompañadas, otras que vienen con alguna carga de considerable volumen en sus manos, y también con aquellos que se detienen en medio del camino para saludar a un conocido: todos éstos contribuyen a que quienes vienen atrás se vean obligados a interrumpir la velocidad de sus pasos.



Si bien es cierto que no todas estas personas son ancianas (aclaro esto porque no es mi intención emitir una idea clasista antisenil), he observado que es más frecuente notar este tipo de comportamientos en aquellos que tienen más edad. De este fenómeno urbano me atrevo a sacar una lección.



Es normal que en la vida aquellos que tienen más años o experiencia o conocimiento dirijan, conduzcan, lideren ciertas instancias: políticas, administrativas, religiosas, etc. Ello siempre será bien visto y será saludable para toda organización. Sin embargo, esto no quiere decir que no estén surgiendo nuevos talentos, nuevas ideas, nuevas iniciativas en aquellos que vienen "caminando atrás".

Pienso que muchas organizaciones han sufrido las lamentables consecuencias de lo que llamo "el síndrome Prohibido Adelantar". Ciertos líderes piensan, hasta con cierta fobia, que si no son ellos y solamente ellos quienes dirijan la organización, ésta lamentará las consecuencias. Es decir, son como aquellos ancianos que, acostumbrados a un pausado ritmo y velocidad, y habituados a transitar siempre al medio de la vereda, impiden o dificultan innecesariamente el que otras personas que vienen atrás de ellos los puedan adelantar.



Si somos líderes, no debemos arrogarnos el monopolio de las iniciativas, de las ideas, de los talentos, de la capacidad..., sino que debemos creer en la gente, incluso en aquellos que van más "atrasados" que nosotros (en edad, en experiencia, en currículum). Y si de pronto notamos que nuestra velocidad de progreso puede ser menor que la de aquellos que vienen atrás nuestro, recordemos que al ubicarnos a un costado de la vereda no nos estamos estancando ni saliendo de ella, pues, seguimos avanzando, esta vez, sin obstruir o dificultar el progreso de otros.



De paso, una sugerencia para quienes transiten por las veredas de la ciudad: si vamos a caminar lento, cargados, acompañados, o nos vamos a detener a saludar a un conocido, no obstaculicemos el tránsito de los demás. En tales casos, no utilicemos el centro de la vereda.



Andrés Yáñez.

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