miércoles, 27 de enero de 2010

Una sencilla teoría

Si todos los seres humanos alcanzáramos las metas que nos proponemos lograr, sin perjudicar a los otros, el mundo sería más feliz.

Andrés Yáñez

martes, 26 de enero de 2010

Ancianos al medio de la vereda

He observado, mientras camino por las veredas de la ciudad, un comportamiento que me atrevo a calificarlo de frecuente entre los comportamientos que se dan en el contexto urbano: ancianos al medio de la vereda.

En reiteradas ocasiones he ido caminando por ciertas veredas de la ciudad, y he notado que regularmente las personas de más edad prefieren caminar por la parte más central de la vereda. Es sabido que los anicanos transitan a una velocidad más reducida que los adultos y los jóvenes. Y sucede que una persona, al ir caminando al medio de la vereda de manera lenta, generalmente obstruye el trayecto de aquellas que vienen atrás a un paso más rápido. Me ha pasado varias veces que vengo caminando a mi paso normal, y de pronto me veo en la obligación de reducir mi velocidad por causa de aquellos que están caminando adelante de mí. Alguien, de manera sumamente lógica, podría razonar que ese percance se soluciona simplemente con adelantar a quien va por delante, para así continuar con el trayecto propio. Sin embargo, estas personas al ir caminando al medio de la vereda hacen difícil el hecho de que uno las pueda adelantar, ya que al estar transitando al medio de la vereda, dejan poco espacio a los costados, por lo cual, adelantarlos requiere de un poco de paciencia: seguir caminando atrás de ellos un lapso del trayecto, encontrar el espacio adecuado, y recién ahí adelantarlos.



También he visto que este fenómeno ocurre de manera frecuente con personas que vienen acompañadas, otras que vienen con alguna carga de considerable volumen en sus manos, y también con aquellos que se detienen en medio del camino para saludar a un conocido: todos éstos contribuyen a que quienes vienen atrás se vean obligados a interrumpir la velocidad de sus pasos.



Si bien es cierto que no todas estas personas son ancianas (aclaro esto porque no es mi intención emitir una idea clasista antisenil), he observado que es más frecuente notar este tipo de comportamientos en aquellos que tienen más edad. De este fenómeno urbano me atrevo a sacar una lección.



Es normal que en la vida aquellos que tienen más años o experiencia o conocimiento dirijan, conduzcan, lideren ciertas instancias: políticas, administrativas, religiosas, etc. Ello siempre será bien visto y será saludable para toda organización. Sin embargo, esto no quiere decir que no estén surgiendo nuevos talentos, nuevas ideas, nuevas iniciativas en aquellos que vienen "caminando atrás".

Pienso que muchas organizaciones han sufrido las lamentables consecuencias de lo que llamo "el síndrome Prohibido Adelantar". Ciertos líderes piensan, hasta con cierta fobia, que si no son ellos y solamente ellos quienes dirijan la organización, ésta lamentará las consecuencias. Es decir, son como aquellos ancianos que, acostumbrados a un pausado ritmo y velocidad, y habituados a transitar siempre al medio de la vereda, impiden o dificultan innecesariamente el que otras personas que vienen atrás de ellos los puedan adelantar.



Si somos líderes, no debemos arrogarnos el monopolio de las iniciativas, de las ideas, de los talentos, de la capacidad..., sino que debemos creer en la gente, incluso en aquellos que van más "atrasados" que nosotros (en edad, en experiencia, en currículum). Y si de pronto notamos que nuestra velocidad de progreso puede ser menor que la de aquellos que vienen atrás nuestro, recordemos que al ubicarnos a un costado de la vereda no nos estamos estancando ni saliendo de ella, pues, seguimos avanzando, esta vez, sin obstruir o dificultar el progreso de otros.



De paso, una sugerencia para quienes transiten por las veredas de la ciudad: si vamos a caminar lento, cargados, acompañados, o nos vamos a detener a saludar a un conocido, no obstaculicemos el tránsito de los demás. En tales casos, no utilicemos el centro de la vereda.



Andrés Yáñez.

lunes, 25 de enero de 2010

¡Dios, sálvame!

Cierto hombre naufragó y quedó en medio del mar, rodeado nada más que por la soledad y el oleaje del agua. En tan adversa circunstancia elevó un rezo desesperado:
- ¡Dios, sálvame, ayúdame!
De pronto, un barco pesquero se acercó, y uno de sus tripulantes le lanzó una cuerda al náufrago y luego le gritó:
- Hombre, toma la cuerda bien firme para que te saquemos del agua.
El náufrago con una insólita seguridad le contestó:
- No se preocupen, yo le pedí ayuda a Dios, así que dejaré que él y sólo él me rescate de esta situación. Atónitos, los pescadores respetaron la resolución del náufrago, y se fueron.

El náufrago ya había pasado varias horas en el agua, y levantó nuevamente su clamor a Dios:
- ¡Dios, Dios, ayúdame, sálvame de esta situación!
Al cabo de un rato, se acercó otro barco, el cual se encargaba de transportar mercadería desde y hacia distintos países. El capitán de dicha embarcación fue informado de la presencia de un hombre totalmente abandonado en medio del océano. El capitán inmediatamente ordenó lanzar al agua un chaleco flotador y una cuerda. La tripulación del barco a esa altura estaba totalmente enterada de la situación del náufrago. Obviamente, todos esperaban que este hombre tomara la cuerda y comenzara a colaborar para ser rescatado. Pero, al contrario de lo que todos lógicamente estaban esperando, el náufrago no realizó ningún gesto para asirse del chaleco y la cuerda.
- Pueden irse - vociferó el náufrago - Dios me va a salvar.
Con un asombro sólo semejante a la infinidad de aquel azul paisaje oceánico, la embarcación retiró el chaleco y la cuerda, y siguió su rumbo.

Ya había pasado un largo tiempo, y el náufrago veía cómo el arrebol anunciaba el final de ese día. Habían sido horas de estar clamando a Dios, de soportar la luz directa del sol, y de percibir cómo su cuerpo tiritaba cada vez más por el progesivo descenso de la temperatura del agua.
De pronto, se acercó una nueva flota. Ésta era más pequeña que las anteriores, pero a la vez era más veloz y aparentemente había sido enviada luego que los pescadores del primer barco reportearan la situación de este náufrago.
- Fuimos informados de tu situación - gritó un hombre que vestía ropa y gorra de marino.
El náufrago, con frío, hambre, insolación, cansancio y hasta cierto miedo contestó:
- No se preocupen por mí, Dios me va a salvar.

El sol ya se había ocultado y el hombre tras casi todo un día de estar luchando y esperando la respuesta de Dios, de pronto vio agotadas sus fuerzas. En un último rezo, y evocando las palabras de Cristo en la cruz, el hombre exclamó:
- Dios, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Tras un breve lapso de tiempo, los signos vitales abandonaron su agotado y frágil cuerpo.

Al llegar al cielo, antes que una alabanza, este hombre emitió a Dios una protesta:
- Estuve pidiéndote todo el día que me salvaras de esa situación, ¿por qué no lo hiciste?.
La respuesta... francamente asombrosa:
- Te oí y te envié ayuda. Mandé tres barcos a rescatarte, o sea, te dí tres oprtunidades que tú decidiste desaprovechar.
Luego de unos segundos de silencio y reflexión el hombre replicó:
- Ahora me doy cuenta de algo...
- ¿De qué? - le dijo Dios.
El hombre respondió:
- Tus respuestas y tu ayuda no siempre se manifiestan como uno se lo imagina, pero siempre están.

(Desconozco al autor)

sábado, 16 de enero de 2010

Esta pregunta me hizo pensar...

¿En qué crees más: en la realidad o en la esperanza?

domingo, 3 de enero de 2010

Por qué este blog

No sé si sean muchos los que pasen por acá, pero creo que quienes visiten este sitio merecen saber por qué me atreví a crearlo.
Es indudable que la mejor forma de transmitir la perspectiva que uno tiene de la vida es a través del diálogo directo, o sea, a través de la conversación. Sin embargo, un sitio web te permite llegar a quienes probablemente nunca podrás conocer de forma personal. Por ésta razón es que me inspiro a crear este blog, porque pienso y creo que algunos de los pensamientos que voy a compartir a través de este sitio serán útiles para algunos de quienes los lean; para otros quizás representen un buen material para refutarlo o incluso criticarlo. Pero la idea es esa, mostrar aspectos esenciales de lo que creo y reflexiono acerca de la vida.
Incluiré entre las futuras publicaciones frases propias como "prestadas". También me atreveré a compartir ciertas experiencias personales de las cuales extraje lecciones valiosas. Y, porque me gusta encontrar y compartir cosas para reír - aunque no siempre resulte -, también inlcuiré cosas que por lo menos a mí me parecen dignas de ser sonreídas.
Creo en Dios, y creo que Él puso en cada ser humano algo valioso que puede compartir con los otros, para así hacer partípices a los demás de las cosas buenas que uno ha experimentado y aprendido en su vida.
Esa es la idea de este blog: no ser mezquino con lo que Dios me ha dado.
Un abrazo sincero a todos mis potenciales lectores.