domingo, 23 de junio de 2013

El centro político versus el centro social

El próximo 30 de junio se realizarán elecciones primarias en Chile, con la finalidad de definir a los dos candidatos presidenciales únicos que representarán cada uno a su coalición respectiva en la elección presidencial de noviembre: la Alianza y Nueva Mayoría (más conocida como Concertación). En este escrito quiero comentar acerca de algo que ha nutrido el contenido discursivo de la agenda política de los últimos días dentro de la campaña electoral de la derecha chilena con miras a la elección primaria. Ese elemento discursivo consta de dos conceptos, los cuales quiero comparar y analizar. Esos conceptos son: centro político y centro social

Es de conocimiento público que hace poco dos ministros renunciaron a sus cargos para incorporarse a las candidaturas presidenciales de los partidos oficialistas: Joaquín Lavín se sumó a la candidatura de Pablo Longueira (candidato presidencial UDI), y Luciano Cruz-Coke se sumó a la candidatura de Andrés Allamand (candidato presidencial RN). Estas incorporaciones a los comandos respectivos de cada candidato trajo consigo un ingrediente antes inexistente en la agenda discursiva: Joaquín Lavín comenzó a manifestar la necesidad de "captar a un centro social", y, con la llegada de Cruz-Coke al comando de Allamand, se agregó a dicha candidatura el elemento discursivo de "captar a un centro político". 

En primer lugar, quiero comentar, desde una perspectiva histórica, esta realidad de la derecha chilena: su necesidad de apelar a sectores que no son los propios para alcanzar triunfos electorales. 
Es común que en cada ámbito de la sociedad, cuando alguien tiene el propósito de alcanzar adherentes, lo que hace es expresar un discurso tal que despierte el fervor o la sensibilidad de las personas a las cuales ese alguien cree representar. Y en ese sentido, creo que lo propio es que "surja uno de los nuestros, en virtud de que creemos que representa bien a los nuestros". Es lo más lógico que adherentes de un partido se sientan representados por un candidato que proviene de ese partido. Bajo esa perspectiva, lo más lógico es que el discurso sea profundamente interno. Es complejo pensar que alguien proveniente de un "no-nosotros" logre hacer sentir representados al conjunto del "nosotros". 
Acá es donde para mí tiene lugar una discusión: ¿por qué la derecha necesita apelar al centro? ¿Acaso no sería lógico que un candidato le saque partido a los principios propios de su sector, y lo haga con tal elocuencia, habilidad, creatividad que logre la adhesión de la mayoría de los de su propio sector? ¿Por qué Allamand no intenta elaborar un discurso tal que logre alcanzar el voto de simpatizantes (no militantes) UDI? ¿Por qué Longueira no intenta lo mismo respecto a RN? ¿O de pronto tanto Allamand como Longueira dudan de las bases de sus respectivos partidos? ¿Será que no creen tener cada uno en su propio partido la cantidad de gente suficiente como para ganar la elección primaria? 
En caso de que efectivamente exista esa duda, creo que tiene un basamento histórico, y es que la derecha chilena ha alcanzado sus más importantes hitos electorales gracias a que logró apelar a sectores que tradicionalmente no votan por ella. Y en realidad, más que hablar de "sectores", dichos hitos electorales se lograron gracias a que se logró apelar a gente, a personas que no necesariamente se identificaran con un sector u otro, es decir, cuando se logró convocar a independientes. Recordemos el histórico empate técnico que Joaquín Lavín obtuvo ante Ricardo Lagos en primera vuelta el año 1999. El mismo triunfo de Piñera el año 2010. Estos hitos históricos de la derecha chilena no se lograron gracias a la expansión del pensamiento de derecha en la sociedad chilena, sino gracias a que ésta logró captar el voto de personas independientes. Y es preciso apuntar además que esa captación de votos de independientes ocurrió en contextos políticos caracterizados,entre otras cosas, por un descontento ciudadano hacia sectores de centro izquierda. Es decir, a la derecha le sonrieron las urnas cuando la opinión pública le fruncía el ceño a la centro izquierda. Lavín alcanzó una alta votación en un contexto de descontento de la ciudadanía con el gobierno de centro izquierda de Eduardo Frei. Piñera ganó la elección presidencial en un contexto de descontento de la ciudadanía con la misma centro izquierda. En el caso de Piñera hay que aclarar algo: la persona que lo antecedió en la presidencia, Michelle Bachelet, gozaba de una altísima popularidad, pero fue una popularidad que se concentró en su persona, no en el sector político al que pertenecía. 
Es decir, la derecha chilena -al menos en el contexto de las elecciones presidenciales- logra imponerse cuando la centro izquierda muestra debilidades. 
En ese análisis histórico, quiero agregar algunas cuestiones que me parecen pertinentes. Cuando Lavín empató (perdió por muy poco) ante Ricardo Lagos, su discurso apelaba a cuestiones de carácter nacional: el empleo, la delincuencia, la salud, etc. Es decir, apelaba a cuestiones que no necesariamente implicaban una gran elaboración teórica o ideológica. Eran los temas que marcaban la coyuntura política de aquel entonces. Es más, Lavín constantemente refería a la idea de que la gente ya no votaba por los partidos, sino por las personas. Algo similar nutrió el discurso de campaña de aquel candidato de derecha que finalmente ganó: Sebastián Piñera. 
Con esto, no estoy elaborando necesariamente una crítica a esta realidad, sino que creo que describo una situación de la cual la derecha parece ser consciente: en sus propias bases (militantes como simpatizantes) no hay suficiente fundamento para asegurar una victoria electoral. 

Ahora bien, y ya hablando más del presente, no puedo negar que me llama la atención que tanto RN como la UDI crean casi a ciencia cierta que el triunfo se logra apelando al centro. ¿Quién puede asegurar con certeza que aquellos votos que permitieron los grandes hitos de la derecha sí o sí vienen del centro? ¿Acaso es que sí o sí gente de centro que antes votó por la centro izquierda ahora podría votar por la derecha? Sinceramente, creo que concebir las cosas así es un error. Hay mucha gente, muchos ciudadanos, que no se consideran de ningún sector político en especial, y creo que eso no los hace necesariamente gente de centro. Creo que la forma correcta de referirse a ellos es independientes

Acá es donde, para mí, cobra sentido comparar las expresiones centro político con centro social. Y quiero ir al grano: me parece que la última expresión es contradictoria en sí misma. La UDI, luego de la incorporación de Joaquín Lavín al comando de Longueira, postula así su discurso: no queremos convocar a un centro político, sino a un centro que es social. ¿Por qué me parece contradictoria dicha expresión? Creo que por lo que implica en sí misma: cuando se habla de centro, ¿a qué se hace referencia? A ver, lo digo así: si yo digo que alguien es de izquierda, ¿acaso no se hace referencia a que ese alguien se identifica con un sector? Claro que sí. ¿Pero sector de qué: de un ámbito deportivo, de una escuela filosófica, de una determinada creencia religiosa, o de un sector político? Claramente: la izquierda no puede ser otra cosa sino un sector político. Lo mismo diríamos respecto a que si alguien es de derecha, ¿verdad?: la derecha es un sector político. Bueno, entonces por lógica: ¿qué sería el centro? ¿Acaso no es un sector? Yo creo que sí. ¿Y un sector de qué ámbito: del deporte, de la filosofía, de la ciencia, del arte, o de la política? ¡Claramente!: EL CENTRO ES UN SECTOR POLÍTICO. El centro no puede ser otra cosa que un sector, y un sector del ámbito político.  

Bajo estas circunstancias, creo que se hace aún más evidente esa característica de la derecha chilena: su necesidad de apelar a sectores que no pertenecen al "nosotros". ¿Y eso qué implica? Para mí implica que probablemente la derecha siempre se verá en la necesidad de "negociar" sus ideales, a través de moderar más su postura, para poder conseguir más votos a fin de poder ganar elecciones. Y eso a la larga conlleva la eterna necesidad de tener que disfrazarse de "no tan derecha", de tener que verse en la obligación de camuflar su "nosotros", de moderar sus ideales, para así lograr los votos que necesita. Pero entiéndase que ese "camuflaje", esa moderación, será un recurso electoral: nos moderaremos, no seremos tan derecha, sino seremos más centro que otra cosa, hasta que pasen las elecciones. O sea, la derecha tendrá que rociarse siempre con el perfume del centro para ir al encuentro de su idilio electoral, y que en lo posible el olor de ese perfume perdure en sus candidatos hasta que ese encuentro sea parte de los eventos pasados. 

Lo anterior para mí abre una discusión interesante: si siempre la derecha se verá en la necesidad de enfatizar discursivamente su vínculo (o quizás supuesto vínculo) con el centro en tiempos electorales, ¿por qué no acercarse al centro al punto de ser el centro, y así evitar tener que apelar al centro en épocas electorales? Digo, ¿no sería más fácil, más seguro apelar al "nosotros" con más propiedad, que apelar al "no-nosotros" casi en una especie de apuesta, de aventura al azar, de "lo intentaremos a ver si resulta"? 
Esto traería consigo un desafío entendiblemente duro y difícil: no ser derecha. El tema es que en el estado actual de las cosas, creo que la derecha en tiempos de elecciones siempre se verá en la necesidad de hacerse pasar por quien no es para llegar al poder, para que una vez ahí llegue a ser lo que realmente es. En tiempos electorales te digo que soy de centro; una vez electo, vuelvo a ser la derecha que soy. 

Y para cerrar, y volviendo a la discusión de los contenidos discursivos de las campañas de Allamand y Longueira, creo que por lo que comenté en párrafos anteriores, Allamand tiene un discurso más coherente, o mejor dicho, se acerca un poco más a lo que para mí es lo correcto. Apelar a un centro político es mucho más consistente que apelar a un centro que no es político. Pero aún así, creo que el enfoque adecuado -de cualquier candidatura por lo demás- debería ser el apelar al mundo independiente. Apelar a esa enorme cantidad de chilenas y chilenos que en una elección municipal pueden votar por un alcalde de un color político y por el concejal de otro color político, o quizás votan por un senador de un color, y prefieren a un diputado independiente. Apelar a los chilenos que no militan, pero que aman su país, apelar a los chilenos que pueden identificar los asuntos que aquejan a su ciudad, a su región, en fin. Es en el mundo independiente donde se concentra la vida real. 

Por lo demás, y agregando a la contradicción que me resulta la expresión centro social, quiero decir que no me parece bien que la UDI haya concebido uno de los sucesos más impresionantes en lo que a materia electoral se refiere: la abrupta bajada de Laurence Golborne de la candidatura presidencial. En primer lugar, no me parecía bien que hubiese un candidato simplemente porque "marcaba en las encuestas". En ese sentido reconozco que agradecí la bajada de Golborne, porque no me parecía bien que hubiera un candidato con una historia política tan exigua. Pero, hablando un poquito de Golborne, creo que esa candidatura reflejaba esa constante a la que la derecha debe enfrentarse siempre en épocas electorales: la necesidad de apelar a los "no-nosotros". Es llamativo que un hombre no militante de ninguno de los dos partidos de la derecha convoque a más gente que cualquier militante. Como digo, dicha candidatura, a mi juicio, corrobora dicha situación. 
Pero volviendo a la situación de la bajada de Golborne, la verdad creo que fue muy poco seria la proclamación de Longueira. Acá no hablo nada en contra ni de Golborne ni de Longueira, sino mis observaciones se dirigen a la UDI: no puede ser -para mí al menos- que un día tenga un candidato presidencial, y AL OTRO DÍA ya haya cambiado el candidato. Eso me habla de un proceso desafortunado del partido. 

Ante todas estas cosas, creo que lo que va a pasar el 30 de junio en las elecciones de la Alianza, es que gane la candidatura discursivamente más coherente, y que se imponga el candidato cuya proclamación no implicó enjugar lágrimas recientes. 

Andrés Yáñez
Buenos Aires, 23 de junio de 2013.