martes, 28 de abril de 2015

Como ver ese auto antiguo

Hoy viví una experiencia singular: me dirigí a tomar el transporte que me lleva desde la universidad hasta mi casa, y cuando voy llegando a la parada del bus justo estaba ahí el bus que me sirve, yo sólo debía apurarme un poco y me alcanzaba a subir en él; pero no quise apurarme, andaba sin ganas de apurarme, así que decidí simplemente esperar a que pasara el siguiente bus. Decidí esperar porque suele demorarse poco en pasar un bus tras otro; pero hoy no fue tan así, puesto que el siguiente bus demoró un poco más en pasar que lo habitual. Bueno, mientras esperé pensé que quizás hubiera sido mejor haberme apurado en tomar el bus que estaba ahí cuando yo estaba sólo a metros de la parada, y que decidí no tomar porque no quise correr. Ese pensamiento fue razonable y tenía mucho sentido, porque de haberlo hecho así hubiera llegado antes a mi casa. 

Sin embargo, mientras iba en ese bus, en el que sí me subí y que me tocó esperarlo una buena cantidad de minutos, vi pasar desde la ventana un auto antiguo hermoso. Creo que era ese tipo de auto de los años 40 o 50; no lo sé, pero era antiguo y muy placentero de mirar. 

Mientras miraba ese auto, creo que rescaté una lección de vida. Si miro atrás, claramente pude haber tomado el bus anterior: era sólo cuestión de haberme apurado un poco y habría llegado antes a mi casa. Además, ese bus iba más vacío que aquel al cual finalmente me subí. Pero también pensé: si me hubiera subido a ese bus anterior no habría podido vivir la belleza de mirar ese auto antiguo. 

Hace unos meses alguien me habló de una situación literaria que se da con frecuencia en las novelas, cuentos o crónicas artísticas: hay personajes dentro de una historia que comienzan teniendo una participación opaca o hasta negativa, pero hacia el final de la historia ese personaje hace cosas que lo reivindican, y esa situación se la puede llamar "la redención del personaje", puesto que ese giro en la vida de ese personaje ayuda a que, al terminar de leer la historia, el lector se lleve una impresión positiva de él. Pudo haber sido un desastre la vida de ese personaje, pero la resolución de hacer algo significativo y valorable contribuye a que la memoria que hagamos de ese personaje no sea negativa, sino positiva, y esto, porque ese personaje se redimió hacia el final del relato. 

Hoy, ese auto redimió mi resolución de haber esperado el siguiente bus. Quizás -y esta palabra la uso con más sentido de certeza que de probabilidad- los seres humanos pudimos haber hecho las cosas diferente a cómo finalmente fueron. La vida humana, es verdad, tiene mucho de reproducción e imitación, y muchos actuamos más por inercia que por deliberación; pero también es real que muchas cosas las pudimos haber hecho de otra forma. Sin embargo, llega un momento en que la decisión que nos frustró no se perpetua en ese destino, porque hay algo que redime nuestra historia, hay una cosa o algunas que nos devuelven, no sé si si la razón, pero sí un hallazgo de sentido a haber vivido las cosas tal como las vivimos.  

Hay historias más perfectas que otras, pero la esperanza está en saber, pienso, que la perfección es algo que se construye, no algo que viene dado o finalizado en las cosas. Hasta acá una historia determinada pudo no haber sido perfecta, o al menos fue menos perfecta que otras, pero la oportunidad de construir esa perfección que faltó no ha declinado. La sensación de privilegio que sentí hoy cuando pude disfrutar ese tramo del viaje observando ese auto le otorgó sentido a mi espera, reivindicó mi mala decisión de no haber subido al bus anterior (de hecho reitero, ese bus anterior iba más vacío que el bus al que me subí). La belleza de ese auto redimió mi elección. Si me hubiera subido al bus anterior me habría perdido ese espectáculo. Claro, habría tenido otras ventajas, pero todas esas otras ventajas ya no las voy a conocer. Mi historia registrará sólo lo que finalmente fue, y lo que hoy finalmente fue fue eso: vi un auto que disfruté mirar, y lo disfruté tanto que olvidé la probabilidad de otros posibles placeres que habría vivido en el otro bus (quizás irme sentado todo el viaje, llegar más temprano a mi casa, no haber tenido que esperar los minutos que esperé, en fin...).  

Algo, algo va a ocurrir que redima nuestras historias, nuestras carencias de perfección. Obviamente, no es que ahora siempre esperaré el siguiente bus, puesto que aprendí la lección, pero ver ese auto fue un regalo, y fue un premio de consuelo que como tal me reconfortó y me hizo sentir una sensación de "no todo está perdido". Algo habrá de ocurrir en este bus de la vida que nos haga sentir que, aunque las cosas pudieron haber sido distintas y mejores, es posible hacer el giro hacia la belleza y la perfección que en otro momento no supimos construir.