miércoles, 30 de marzo de 2011

Mientras viajo (1)

A esta hora el paisaje sabe a noche, y el horizonte es una constante secuencia de lugares oscuros que transitan unidireccionalmente tras el vidrio junto a mi asiento.

(En el bus a las 10:16 pm, viajando por la carretera).

domingo, 27 de marzo de 2011

Tendrá la importancia que tú le des

Recuerdo un momento de mi vida en que yo venía saliendo de un fracaso sentimental. Me fue muy útil -como a la mayoría creo- no ver a esa chica durante un buen tiempo. Sin embargo, en una instancia coincidimos en una misma situación (un cumpleaños). Y a pesar de que no tuve casi interacción con ella durante esa ocasión, debo admitir que el hecho de volver a verla me afectó. No me hizo daño verla, sino que percibí dentro de mí una sensación de retroceso: mucho del sentimiento que tenía hacia ella, y que había logrado apagar durante el tiempo que no la vi, noté que "volvió". Reconocí dentro de mí que no me era indiferente cuando la miraba; de hecho, sentía que cada vez que la miraba, más volvía ese sentimiento. En eso consistía esa sensación de retroceso. Evidentemente, era algo que pude disimular en el momento, pero fue frustrante sentir que volvía mucho de lo que había logrado dejar atrás.

Luego de ese cumpleaños, en mi casa, hablé con un amigo, Israel Ortega, con quien pude desahogarme. Le dije "Isra, loco, volví a ver a Nona (el nombre real lo reservo), y sentí que mucho de lo que la había olvidado me volvió". Israel me miró y me dijo uno de los mejores consejos que he recibido en mi área sentimental. Me dijo: "Andrés, Nona va a tener en tu vida la importancia que tú le des. Si le das mucha importancia, tendrá mucha importancia. Si le das poca importancia, tendrá poca importancia. Pero si no le das importancia, no tendrá importancia. ¿Cuánta importancia quieres que ella tenga en tu vida? Ella tendrá en tu vida solo la importancia que tú decidas darle, ni más ni menos".

A partir de ese consejo, he podido tener un control mucho más consciente en esa área de mi vida. No me costó tanto desasignarle valor sentimental a alguna que otra chica que me pareció que no valía la pena, o incluso superar futuras frustraciones emocionales.

Si quieres olvidar a alguien, creo que es un consejo digno de memorizar: Esa persona tendrá en tu vida la importancia que tú le des.

sábado, 20 de noviembre de 2010

breves andresianas (1)

Las preguntas (dudas) son trayectos, no destinos.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Paradojas humanas (4)

La palabra "pan" es un sustantivo masculino, sin embargo, al pan tostado se le llama "tostada" (adjetivo femenino).

La palabra "carne" es un sustantivo femenino, sin embargo, a la carne asada se le llama "asado" (adjetivo masculino).

viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Cómo serás? (Palabras para Dios)

"¿Sabes? (por supuesto que lo sabes), a veces pienso en Ti no desde la mirada típica en que los humanos te miramos, sino de una forma más personal. Por ejemplo me pregunto ¿qué pasará ahora por tu mente?, o si no ¿qué cosas te darán risa?, o también ¿qué tienes en la cabeza como para amarme tanto como lo haces, aunque conoces por completo mi imperfección?

Puedo decir que conozco la Biblia lo suficiente como para creer en ti, y agradezco el tener ese conocimiento; pero a veces me imagino saliendo a caminar contigo, o jugando contigo, o simplemente abrazándote, o tal vez tomándome una foto contigo...

Dios, ¡Cuánto anhelo conocerte! No sólo anhelo tus grandezas, sino tus detalles; te anhelo por completo. Anhelo conocer el brillo de tus ojos, el timbre de tu voz, la intensidad de tu cariño, tu asombroso poder.

Ese día, cuando esté frente a ti, y contemple tu mirada, ese día, en ese momento, el mayor de mis sueños se habrá hecho realidad.

Mientras estoy en la tierra, déjame conocerte, disfrutarte, amarte, alegrarte, servirte (aunque sea para algo).

Mientras esté acá, no quiero perderme nada de lo que tienes para mí.

Mientras viva, quita de mí lo que quieras, pero por nada, oh Dios, por nada, jamás me dejes sin ti.

Tú eres lo mejor que tengo, tú eres mi esperanza, tú eres mi vida.

Gracias por ser quien eres, y por ser como eres.

Te amo. Sí, te amo Dios.

Tu hijo, Andrés

martes, 16 de marzo de 2010

Mi conflicto interno con la humanidad

¡Qué paradójico es convivir con sentimientos tan encontrados como es mi profunda decepción de la raza humana y mis sinceros deseos de ayudarla en lo que se pueda!
Honestamente es feo, pero transparente lo que estoy admitiendo... Pero en serio, quiero ayudar.
Y de verdad, no me olvido que yo mismo soy parte del desastre que somos como raza. Es eso, el ser parte de este mundo, MI mundo (me guste o no), es lo que me compromete a dar de mi esfuerzo para ver si en algo, por más pequeño que sea, puedo ayudar, aportar, bendecir, edificar, alegrar a mi raza.
Oportunamente pienso en las palabras del cantautor chileno Alberto Plaza: YO VOY A CAMBIAR EL MUNDO, VOY A EMPEZAR POR MÍ.

jueves, 4 de marzo de 2010

Mi primer cuento :P

La jornada era normal. Aquella clase de lenguaje se desarrolló de forma típica, salvo por un interesante diálogo que protagonizaron la profesora Luisa y el alumno Ignacio, mientras la maestra revisaba la tarea de sus alumnos. Cada estudiante debía acercarse al escritorio de la profesora con su cuaderno para dicha revisión.

Al momento de acercarse Ignacio, la profesora, junto con felicitarlo por haber cumplido la tarea, le hizo un comentario ameno y anecdótico:
-¿Sabes qué, Ignacio?
-¿Qué?- respondió el muchacho.
-Te pareces a un hijo mío- señaló la maestra, adjuntando una sonrisa.
-¿En serio?- dijo Ignacio con cierto asombro.
-Sí- respondió la profesora- Tu rostro, tu cabellera y el color de tus ojos son muy parecidos a la apariencia de mi hijo.

El muchacho, mientras acomodaba su cuaderno para volver a su asiento, le preguntó a la maestra:
-¿Y su hijo cómo se llama?
-Jorge- dijo ella.
A lo que Ignacio añadió:
-¿Y a qué se dedica? ¿Cuántos años tiene?
-Él ya salió del colegio. Ahora estudia ingeniería en la universidad. Está en tercer año y tiene 22 años- respondió la maestra.
Ignacio sonrió gratamente sorprendido.


***
Un par de semanas después, al final de la clase, en el ratito que transcurre entre el término de la exposición pedagógica y el timbre, Ignacio se acercó a la profesora, y le hizo un comentario que hizo reflexionar a la maestra:
-Profe, usted me dijo que me parecía a su hijo.
-Así es- dijo ella.
-Oiga, profe, puedo entender que me parezco físicamente a su hijo, pero me pregunto algo...- señaló Ignacio.
-¿Qué te preguntas?- expresó la maestra.
Ignacio respondió:
-Me pregunto si mi parecido con su hijo le hace recordar el lado bueno o el lado malo de él.
La profesora quedó impresionada, ya que no es muy común hallar tal profundidad de pensamiento en un alumno de quince años.
La maestra Luisa, con un carisma y una sabiduría muy singular, le respondió a Ignacio:
-El que me recuerdes lo bueno o lo malo de mi hijo depende exclusivamente de ti.
-¿Cómo así profe?- preguntó Ignacio.
La maestra contestó:
-Si decides hacer el bien, me recordarás la parte buena de mi hijo; si decides hacer el mal...
-Le recordaré la parte mala de su hijo- completó Ignacio.
-Exactamente- dijo ella.
Si bien Ignacio quedó pensativo con tan particular respuesta, luego de unos segundos de meditación, añadió una nueva interrogante al diálogo:
-Pero, profe, ¿cuáles son las características positivas de su hijo?
Ella señaló:
-No importa cuáles sean las cosas positivas de mi hijo, porque si tú decides ser bueno en lo que hagas, sí o sí te vas a parecer a él en su lado positivo.
-Pero, profe, por más que yo haga cosas buenas, ¿cómo voy a saber si me parezco a su hijo, si no sé qué cualidades tiene específicamente?- expresó Ignacio.
La profesora le contestó con dulzura y profundidad:
-Las buenas personas siempre se parecen, Ignacio.
-¿En qué, profe?- preguntó el quinceañero.
La maestra dijo:
-En el bien que le hacen a quienes los rodean y al mundo, no importa cómo expresen ese bien.
***
Andrés Yáñez
(Mi primer cuento)