miércoles, 13 de abril de 2011

Apología a la crítica constructiva

Recuerdo en dos instancias distintas haber escuchado a dos líderes espirituales mencionar dentro de su exposición: "La crítica constructiva no existe". Sinceramente respeto mucho a esos líderes y a las personas que concuerden con ese pensamiento, pero admito estar en total desacuerdo con dicha afirmación. Mi postura es que la crítica contructiva no solo existe, sino además es necesaria, y hasta beneficiosa.

Tengo muy presente en mi memoria una clase de historia de cuando yo era alumno de enseñanza secundaria. En esa clase el profesor Milton Sepúlveda dijo algo que jamás olvidé, e incluso lo incorporé a mi manera de pensar: "Una cosa es ser crítico, y otra cosa es ser criticón. El criticón solamente ve lo malo. El crítico es capaz de ver lo malo, por supuesto, pero también reconoce las cosas buenas". Como digo, es algo que nunca olvidé, y además es algo que decidí incluirlo en mi manera de pensar.

Creo que una de las mejores cosas que tenemos los seres humanos en nuestra condición de entes sociales es que, dentro de la oportunidad de relacionarnos con otros, podamos conocer desde la mirada de otras personas aspectos de nosotros mismos que quizás escapan al autoanálisis y a la reflexión individual. Todos necesitamos amigos o compañeros, obvio, para ser escuchados, aceptados, para compartir alegrías, afecto... Pero también necesitamos, insisto, NECESITAMOS de la crítica de ellos. No es novedad admitir que no somos perfectos, pero esa realidad debe ser complementada con observaciones específicas que nos permitan conocer el detalle de nuestra imperfección.

Para dar a entender de mejor manera mi apología a la crítica constructiva, expondré mi perspectiva de lo que implica dicho concepto. Anticipo que no diré nada innovador de lo que muchos ya entienden por "crítica constructiva". La crítica constructiva es aquella que señala un aspecto defectuoso de la realidad, destacando su condición de corregible y que otorga herramientas prácticas para la enmienda de dicha situación o conducta.
Ahora bien, considerando las sabias -al menos para mí- palabras del profesor Milton Sepúlveda, a la definición andresiana de la crítica constructiva habría que agragarle que ésta destaca también aspectos positivos de la realidad y otorga herramientas prácticas para su sostenimiento o reproducción.
A efectos de no pretender señalar una contradictoria definición de crítica constructiva, considero oportuno indicar que la misma puede abarcar uno de dos planteamientos: a) un planteamiento confrontativo; o b) un planteamiento afirmativo. Ambos planteamientos están explicados en los párrafos anteriores.

Pero pienso que esta apología quedaría incompleta si no incluyo un aspecto útil: La actitud del verdadero crítico constructivo.
A la hora de realizar una crítica constructiva de tipo confrontativa debemos tener una actitud que contribuya al mejoramiento de la realidad confrontada. Esa actitud contempla la separación del problema de la persona involucrada, es decir, debemos lograr poder indicar lo corregible sin llegar al evitable resultado de hacer sentir ofendida a la persona. Al respecto, oí hace un tiempo a Alejandro Mendoza -conferencista internacional- decir algo muy interesante: "Cuando confrontes a una persona, preséntale el problema, pero no lo plantees como una calificación, sino como la indicación de un problema. Mira el problema estando al lado de la persona, así ambos lo podrán mirar como algo a lo cual los dos deben atacar, y la persona no se sentirá ella misma atacada. Y luego de eso, sigue estando al lado de la persona, pero ahora para ayudarla a solucionar ese problema". De esto último se desprende un aspecto más a tener en cuenta a la hora de confrontar a alguien: permanecer a su lado para ayudarla a resolver aquellos aspectos corregibles. Y no solo estar a su lado durante el proceso de la corrección del problema, sino permanecer hasta que éste quede totalmente resuelto. Es decir, un crítico constructivo:
- plantea el problema
- no descalifica a la persona, sino que la separa del problema
- muestra las herramientas prácticas para la corrección del problema
- acompaña a la persona hasta que el problema está totalmente resuelto.

Dichas todas estas consideraciones, concibo lamentable la perspectiva que manifestaban los líderes a quienes me referí al principio de esta apología, porque la crítica constructiva presenta una oportunidad valiosa de progreso a todos los que de ella echen mano. Ahora, confiando en la buena intención de los líderes a quienes critiqué al comienzo de este escrito, creo que es probable que ellos se referían a lo que el profesor Milton Sepúlveda mencionaba como criticones. De ser así, comparto esa perspectiva: no necesitamos más personas pesimistas en el mundo. Sin embargo, sí son necesarios los críticos constructivos. Es más, dada la natural imperfección de los seres humanos, diría que los críticos constructivos son siempre bienvenidos.

Y para culminar mi argumentación apologética de la crítica constructiva, transmito mi total convicción de que Dios mismo es el crítico constructivo por excelencia. Él nos muestra lo que está mal, nos muestra cómo mejorarlo, no nos descalifica, nos acompaña en el camino y su compañía permanece hasta alcanzar el objetivo de enmendar lo perfectible. Es decir, aprender a ser críticos constructivos nos hace más parecidos a Dios.

Ante todo lo expuesto, creo que debemos aprovechar la oportunidad de transformarnos en críticos constructivos, ya que a través de eso ayudaremos a muchos a crecer, a mejorar. Pero también debemos aprovechar la oportunidad de rodearnos de personas que ejerzan la crítica constructiva hacia nosotros. El mundo puede ser un lugar mejor si, por supuesto, llevamos a cabo las buenas ideas que tenemos; pero también, si logramos corregir lo que en nosotros está mal. Ese camino no lo podemos emprender sin la ayuda de otros, sin la ayuda de la mirada crítica de otros. Pero no olvidemos también que el crítico constructivo es capaz de ver lo positivo, por tanto, cuando tengamos la oportunidad de apreciar cosas buenas en quienes nos rodean, digámoselo.

El mundo no es perfecto. Solo aquellos que se muestren constructivamente críticos podrán ostentarse el privilegio de contribuir a su progreso.

SEAMOS CRÍTICOS CONSTRUCTIVOS.



Andrés Yáñez

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